La Infanta Elena, junto a Rubalcaba, en la tribuna de autoridades. / Efe
día de la fiesta nacional

El Día grande de la Guardia Civil

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La festividad del Pilar ha reunido un año más a las familias de los agentes de la Benemérita y a las autoridades civiles y militares de Cádiz en el patio del acuartelamiento de la carretera industrial para celebrar la patrona del Instituto Armado. Además de la Virgen del Pilar, el protagonismo, por un día, ha recaído en los agentes condecorados. El coronel jefe de la Comandancia, Antonio Tocón, les ha animado a no bajar la guardia pese al reconocimiento otorgado.

La liturgia del acto institucional, arrancó con puntualidad inglesa a las 11.30 horas. El subdelegado del Gobierno, Javier de Torre, se estrenaba en este acto tradicional por la festividad del Pilar. En su discurso dijo sentirse muy «orgulloso» de la labor que desempeña el Cuerpo Benemérito, desde el auxilio de personas hasta el desmantelamiento de organizaciones criminales. El jefe de la Comandancia de Cádiz, el coronel Antonio Tocón puso el acento este año en la seguridad subjetiva en «ese atraco que no se comete porque hay presencia de la Guardia Civil», en la eficacia y la reducción del tiempo de respuesta cuando solicita ayuda la ciudadanía. Al término del acto institucional, invitados y miembros de la familia Benemérita se acercaron hasta una carpa donde se ofreció un almuerzo para celebrar la festividad.

Los Reyes presiden el desfile militar

No sólo fue el desfile militar más austero, sino el más corto que se recuerda. Apenas una hora de acto, de los cuales 30 minutos transcurrieron con la marcha de las unidades castrenses, pusieron el broche a la Fiesta Nacional de la crisis. Los Reyes presidieron los fastos desde la tribuna central de la plaza de Neptuno. Detrás de ellos estaban los Príncipe de Asturias. Pero lo que más llamó la atención fue la presencia de la Infanta Elena –ya era sabida la ausencia de su hermana Cristina- no en el palco presidencial, sino en la tribuna de políticos junto al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Sabida la austeridad del desfile de este año, esta fue, quizá, la fotografía de la Fiesta Nacional. Una Infanta Elena a la que protocolo de Casa Real y Presidencia ‘sacó’ del palco presidencia para ubicarla con los políticos. En concreto, en la última butaca de la primera fila, al lado de la tribuna de los ministros. Y nada menos que junto al secretario general del PSOE.

Más allá de la anécdota, el desfile se desarrollo con tranquilidad. Ni se escucharon los pitos de los dos últimos años, cuando gobernaba Zapatero, ni el público se mostró lo animoso de otras ocasiones. Quizá el día plomizo con el que amaneció Madrid acabó por contagiar a los asistentes. Menos público del habitual que esperaba ansioso el espectáculo de las patrullas aéreas y el paso de los tanques, y que al final se tuvo que conformar con las marchas a pie de legionarios o los imponentes caballos de la Guardia Real. Así hasta 2.500 efectivos.

Pero la austeridad -el acto costó 900.000 euros frente a los 2,8 millones del pasado año- vino acompañada de notables ausencias. No sólo la sabida de la Infanta Cristina, a la que los asuntos judiciales de su marido, Iñaki Urdangarin, le han apartado de la agenda real, sino de presidentes autonómicos y de un ministro del Gobierno, el titular de Economía Luis de Guindos, quien se encuentra en Tokio en la reunión del Fondo Monetario Internacional.

Sin Artur Mas

De los presidentes autonómicos han estado los de Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Extremadura, Madrid, Murcia, Navarra y Castilla-La Mancha. Al catalán Artus Mas, por ejemplo, no se le esperaba, pero tampoco envío a otro representantes como el año pasado. Y sorprendió la ausencia de los mandatarios de Andalucía y Valencia. Otra cosa fueron los de Galicia y País Vasco, Alberto Núñez Feijóo y Patxi López, respectivamente, que están más pendientes de las elecciones del 21 de octubre.

Los momentos más emotivos y solemnes del desfile fue el izado de bandera, que este año no llegó desde el cielo de la mano de un paracaidista, y el homenaje a los que dieron su vida por España, con una ofrenda floral y el himno ‘la muerte no es el final’.

Por fortuna, este año las Fuerzas Armadas no han tenido que lamentar ningún fallecido en operaciones en el exterior. La última fue en noviembre de 2011, cuando murió el sargento primero Joaquín Moya Espejo en Afganistán. Sin embargo, si se rindió homenaje al cabo primero Alberto Guisado Majano, el primer miembro de la UME que perdió la vida en labores de extinción de incendios el pasado 4 de agosto en Cáceres.