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La nueva película de Eastwood desempolva la homosexualidad de J. Edgar Hoover

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Antes del estallido de la Gran Depresión, al final de la década de 1920, Estados Unidos no vivía precisamente el mejor momento de su historia por más que corriera el dinero y el alcohol, ilegalizado, fuera una impresionante fuente de riqueza para un porcentaje no despreciable de la población. Eran los tiempos en los que Al Capone aterrorizaba Chicago y otros mafiosos con nombres menos pomposos habían corrompido de tal forma a la policía y a la clase política que el país se hallaba al borde de la fractura social. El ambiente, salpicado por delincuentes comunes que harían historia como Babe Face, Dillinger y Bonnie and Clyde, era una mina de oro para el cine y la literatura. Las calles estaban que ardían, pero el héroe americano llamado a poner coto a la peor crisis desde la guerra civil solo existía en algunas producciones de Hollywood.

En medio de la desesperación, un joven abogado ansioso por hacer carrera en Washington ascendía al cargo de director adjunto del desacreditado 'Bureau of Investigation', una suerte de policía federal que había sucumbido a la ola de corrupción dictada por la 'Ley Seca'. J. Edgar Hoover tenía solo 29 años, pero las cualidades mostradas durante su etapa en el Departamento de Justicia le valieron para que el presidente Calvin Coolige le confiara la difícil tarea de reformar el organismo. Como muestra inmediata de su determinación para cambiar las cosas, descartó a todos los agentes sospechosos de corrupción, eliminó de paso a probables competidores y una vez asentado en el cargo hizo un brusco giro en la forma de trabajar, siempre rodeado de agentes leales y profesionales. El instituyó los procedimientos del FBI, fundado bajo su dirección en 1935. Muchos de sus agentes eran, además, expertos contables, asesores legales y científicos. Entre sus grandes aportaciones en el trabajo policial se cuentan el estudio forense y tanatológico en la escena del crimen.

Extorsiones

Como el rostro de la ley en EE UU durante más de cuatro décadas, Hoover fue admirado, temido y odiado. Su influencia era tal que con frecuencia se le acusó de abusar de su poder y autoridad, y de extorsionar a figuras públicas hasta lograr que cedieran a sus deseos. Entre sus críticos corría la divisa de que jugaba a ser 'Dios' por encima de cualquier presidente. Prueba de ello es que supo manejarse con notable inteligencia y mantenerse en el cargo a pesar de que su impopularidad llegó a ser asfixiante. Entre otros, los presidentes Lyndon Johnson y Richard Nixon intentaron despedirlo, aunque fracasaron por el costo político que les implicaba.

Puertas adentro, esta controvertida figura que manejaba miles de secretos de los demás, se las arregló para mantener su vida íntima fuera del ojo público. Desde siempre, la soltería de Hoover ha alentado rumores sobre su supuesta homosexualidad. El asunto estaba ahí, medio dormido, hasta que el aclamado director Clint Eastwood decidió meterse de lleno en los archivos y desempolvar la estrecha relación del exjefe del FBI con Clyde Tolson, su mano derecha en la agencia durante toda su carrera. El resultado es 'J. Edgar', una cinta que explora la vida privada de ambos fuera de la oficina, su estrechísima amistad y la necesidad de estar juntos incluso cuando se iban de vacaciones.

Protagonizada por Leonardo DiCaprio, no ha habido que esperar a su estreno el próximo 9 de noviembre para que se iniciara un intenso debate sobre el alcance de las insinuaciones de Eastwood. Aunque el director ha optado por no hablar demasiado, el tráiler de la película es lo suficiente indicativo sobre la especial relación entre los dos hombres. Tanto que William Branon, exagente del FBI y vicepresidente de la Fundación J. Edgar Hoover, escribió una carta de protesta al cineasta mostrándose abiertamente decepcionado. «Nuestro apoyo entusiasta se ha visto arruinado por informaciones de los medios en las que se asegura que en el largometraje se retratará una relación homosexual entre el señor Hoover y su lugarteniente, Clyde Tolson».

Aunque Eastwood relata las complejidades de una personalidad de ese calibre en el contexto de poder que le tocó vivir, sí tenía claro que los aspectos relacionados con su vida sexual tenían que ser tratados con exquisito cuidado. Por eso eligió como guionista a Dustin Lance Black, ganador de un Oscar en 2008 por 'Milk', la historia que retrata la lucha del activista gay Harvey Milk en la turbulenta década de los 60 en San Francisco.

Sin necesidad de mostrar sexo explícito, pero con la maestría de quien sabe aprovechar la información existente para dar muestras de la especial relación que unía a estos dos hombres, Eastwood recrea momentos de intimidad muy intensa. En uno llega a cogerle fuertemente la mano cuando van en el interior de su coche oficial. En otro le dice «te necesito» mientras mira directamente a los ojos de Tolson.

Enterrados juntos

Cuando un infarto acabó con su vida en 1972, Hoover nombró a su fiel acompañante como heredero principal. Ambos habían acordado ser enterrados a pocos metros el uno del otro, debajo del cuidado césped del cementerio del Congreso en la capital federal. También hay informaciones no confirmadas de que a los dos les gustaba travestirse de mujer en privado.

Los numerosos historiadores que han estudiado la vida del exjefe del FBI están divididos sobre su presunta homosexualidad. Y los admiradores de Hoover -aún los tiene a miles en las filas conservadoras por su apoyo a la 'Caza de Brujas', el mismo grupo hostil al movimiento de los derechos civiles- se sienten agraviados por aquellos que siembran en la misma dirección.

Para disipar dudas acerca del papel del FBI en la actual polémica, su director adjunto, Mike Kortan, ha revelado que Eastwood y DiCaprio acudieron varias veces al cuartel general de la agencia para documentarse sobre la vida de Hoover. «Les dimos información de tal manera de que su historia fuera acertada», declaró al diario 'USA Today'. «Lo que hayan hecho con ella, es su responsabilidad». Sus palabras, muy ambiguas, puede que hayan sentado bien en la opinión pública. A otros altos funcionarios del FBI les ha dejado una profunda huella de preocupación por el deterioro que pueda ocasionar a la agencia que se rige bajo el lema 'fidelidad, coraje e integridad'.