Borja Barrueta, durante su clase magistral de batería, ayer en La Báscula. :: FRANCIS JIMÉNEZ
Sociedad

Lecciones de ritmo

El músico vasco inauguró ayer las 'Máster Class' del centro municipal ante una veintena de jóvenes Borja Barrueta, batería de Jorge Drexler, visita La Báscula

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Los grandes músicos guardan una relación sentimental con sus instrumentos. Pueden tocarlos, aporrearlos, pero también les gusta acariciarlos a veces, recreándose en sus texturas (no sólo sonoras). Los buenos músicos escuchan a su instrumento, que les habla, a veces a gritos, a veces con susurros. El diálogo es evidente. El vínculo, poderoso. Borja se sienta frente a su batería, sobre un taburete muy bajo. Parece que el instrumento le engulle. La comunión entre ambos se hace explícita. «Según cómo me sienta me coloco de una forma u otra y es curioso como todo cambia en mi cabeza», explica. Pero si eleva el taburete, todo es distinto. Se siente poderoso y con ganas de llevar la iniciativa. Superior.

Ayer los usuarios de La Báscula, el Centro de Música Joven del Ayuntamiento de Cádiz, tuvieron una jornada insólita. Un profesor de lujo. Borja Barrueta, batería de Jorge Drexler, inauguró las 'Máster Class' programadas por la Delegación de Juventud. Serán una serie de clases magistrales que se celebrarán durante los próximos meses en este espacio joven, donde las bandas noveles ensayan, preparan sus conciertos y graban sus maquetas. «Ésta es una nueva etapa. Ahora tendréis la oportunidad de aprender de grandes profesionales», aseguraba ayer la delegada de Juventud, Carmen Sánchez.

Entre los alumnos, varias generaciones de músicos. Desde precoces aprendices de baterista a intrumentistas con muchas horas de carretera a las espaldas. Todos escuchan con atención las recomendaciones de Borja sobre la afinación, los parches o las distintas formas de tocar. Junto a él, otro gran músico del séquito de Drexler, Carles Campi Campón, productor de varios de los discos del uruguayo. Borja rescata otro instrumento del suelo. «Es la versión eléctrica de una guitarra hawaiana», que toca apoyada en sus piernas. Interesado por el folclore caribeño, el blues, la música bereber... le arranca alegres sonidos. «Jorge me dejó meterla en el disco», cuenta con una sonrisa.

La clase avanza y el baterista, que ha tocado con Jorge Pardo, Carmen París o Concha Buika, comienza a sacar distintas baquetas de su mochila. Mientras graba algunos 'loops' con los pedales, toca platos y tambores con las manos. A veces incluso se vale de otras partes de su cuerpo para arrojar ritmos improvisados a su audiencia. Acto seguido, invita a su amigo a sumarse a la fiesta. «Por favor, apagad la luz». Carles recoge de la alfombra un aparato electrónico. Similar a una tableta táctil de las que están tan de moda. Comienza a tocar la pantalla y el chisme lanza sonidos y luces al mismo tiempo. Una virguería. «¿Cuánto cuesta el cacharro ése?», espeta uno de los chavales cuando terminan de tocar. «900 euros», responde Carles. «Lo inventó un japonés como era de esperar». La luz se enciende, y la clase continúa.