LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

De Cádiz a Europa: ciudadanos del mundo

PRESIDENTA DE LA SOCIEDAD ESTATAL DE CONMEMORACIONES CULTURALES Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las Cortes Constituyentes de Cádiz sentaron las bases sobre las que se ha construido la democracia española. Doscientos años después, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), en la línea de las directrices trazadas por el Gobierno Español para la celebración de los Bicentenarios del Constitucionalismo en España y América, siente como propia la necesidad de recordar que nuestra sociedad hunde sus raíces en aquella aventura. La SECC viene desarrollando desde 2007 un amplio programa de actividades de todo tipo -exposiciones, reuniones científicas, ciclos de conciertos, actividades escénicas, audiovisuales y publicaciones- con el objeto de difundir entre el público actual, y dejar como legado para las generaciones futuras, un momento de nuestra historia de gran trascendencia.

Las Cortes de Cádiz representan, además del primer pilar sobre el que se sustenta el Estado moderno, el símbolo del comienzo de una sociedad que abandona antiguas verdades inmutables, basadas en el orden natural creado por Dios, y adopta una realidad susceptible de ser cambiada de acuerdo con las aspiraciones y necesidades de sus ciudadanos. La política deja de ser competencia exclusiva de la corte real, como lo fue durante el Antiguo Régimen, y se convierte en una actividad ejercida en el ámbito público y abierta al pueblo.

El Estado moderno, que se ha ido construyendo con fuertes altibajos a lo largo de dos siglos, se apoya en la solidez de conceptos hoy asumidos por todos como la división de poderes, la soberanía del pueblo, el respeto a la Carta Magna y al ordenamiento jurídico, así como el reconocimiento de los derechos y de libertades fundamentales. En definitiva, un marco en el que la democracia ha podido gestarse y desarrollarse en España y en la mayoría de los países del mundo. Hasta tal punto ha tenido éxito esta fórmula de convivencia y acuerdo común que Francis Fukuyama llegó a predecir en 1989 el final de la historia tras haber alcanzado la democracia liberal occidental su punto álgido. Otros autores, incluso, han abogado por la exportación del modelo a los países en vías de desarrollo.

A pocos días de cerrar el primer decenio del siglo XXI, parece evidente que al final de la historia le queda todavía mucho para cumplirse, pero tal vez sí estamos asistiendo al comienzo de una nueva etapa caracterizada por la interconexión global y la implicación en los asuntos nacionales y transnacionales de actores plurales. Además de los Estados, de las organizaciones internacionales y de las empresas multinacionales, el peso de la sociedad civil es cada vez más importante. Una sociedad conectada por redes, en palabras de Manuel Castells, cuyo futuro va a depender de la capacidad que tengan todos los actores que en ella participan de interrelacionarse y articularse para dar cabida a un modo de gobierno con implicaciones a escala mundial -la tan citada gobernanza-. La manera de afrontar este reto determinará el alcance y el éxito de nuestro compromiso actual.

Decía Ortega y Gasset que lo más característico de cada época es que su sociedad sepa responder a las circunstancias que le ha tocado vivir, que esté a la altura de su tiempo. Pues bien, nuestro tiempo es éste y los retos que juntos tenemos que abordar son la recuperación de nuestro pasado con vistas a determinar de dónde venimos, qué conforma nuestra identidad común y cuáles son los rasgos específicos que nos identifican y distinguen dentro de la pluralidad que define nuestra sociedad y también cómo dichos valores nos van a permitir contribuir a la conformación de un mundo más humano y más justo, en un siglo que ha empezado con una fuerte impronta de interconexión de la que no podemos y no queremos sustraernos. Un mundo en el que, a los conceptos de libertad e igualdad por los que seguiremos luchando, hay que sumar los de defensa de la Naturaleza y desarrollo sostenible, indispensables para crear la sociedad justa en la que todos deseamos vivir bajo la máxima de pensar globalmente y actuar localmente.

Y es esa máxima la que hace doscientos años los españoles y los gaditanos aplicaron para estar a la altura de sus circunstancias. En 1808 la creación de novedosas instituciones, el nacimiento de un lenguaje que daba a palabras de sabor medieval como cortes, nación, soberanía o constitución un significado distinto, la promulgación de la libertad de imprenta por primera vez en la historia española el 10 de noviembre de 1810 y finalmente la aprobación de la Constitución de 1812 dieron el paso definitivo hacia una nueva era.

Hoy, debemos ser capaces de abordar los asuntos que van desde los más locales a los internacionales y hacerlo conjuntamente. Los españoles de 1812 fueron un modelo de proyección de futuro y de implicación colectiva que dos siglos después todavía es un ejemplo a seguir.