PAN PARA HOY

A LAS BARRICADAS

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Como nadie se lo va a recomendar, me otorgo el derecho de ser el diablillo que le susurre en el oído izquierdo. Faltan dos semanas largas para acabar este año terrible, año de crisis; año de despedida al rey del pop; año de 'alakranas' y de alacranes esperando debajo de las piedras para inyectarnos su veneno; año de paro y de milongas climáticas; año de huelgas de hambre de la conciencia y de crímenes sin resolver; en definitiva, un accidente caprichoso más de nuestra existencia. Y todos sabemos que llegará otro uno de enero con su resaca, con sus saltos de esquí y con su concierto pijo europeo para darnos una nueva oportunidad. ¿A qué esperamos, pues?

Quememos todas las naves en lo que queda de diciembre, hagamos de nuestra capa un sayo, o una tanga floreada y salgamos a la calle insolentes y desvergonzados a comernos el pedazo de pastel que nos corresponde. La única manera de que no nos quiten 'lo bailao' es seguir bailando, y si es a lo agarrado, mejor, que el frío siberiano es mucho frío, y la mejor manera de combatirlo es aproximándose al muslo ajeno.

Ya sé que todo el dinero que nos quedaba debajo del colchón está destinado a comprar décimos de lotería, por si acaso el azar decide bendecirnos con su mirada miope. Claro, este año, tampoco nos puede faltar el número de la empresa, el del bar del café, el de la asociación de padres con bigote, y el de la madre que parió a Paneque. Hasta que no tengamos todas las terminaciones, no nos quedaremos tranquilos, por lo menos que nos toque lo puesto para poder cambiarlo por otro décimo para el sorteo del niño. Es el ciclo del iluso, del que espera que la suerte le llame a la puerta un martes cualquiera. No, amigos, 'suerte' viene de 'su arte', es decir, desear que uno desarrolle todos sus talentos y sus capacidades. Nadie nos va a dar lo que necesitamos, tenemos que ir a por ello como samuráis de nuestra propia causa. Pasen un buen día.