Editorial

Caer menos

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La confirmación por el INE de que la economía española ha refrenado su desplome, al caer un 0,3% en el tercer trimestre del año, muestra la diferencia que existe entre haber tocado fondo en el tortuoso tránsito por la crisis y haber emprendido realmente la senda de la recuperación. Bajo las palabras del secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, quien confió en que el regreso al crecimiento pueda producirse «en cualquier momento», subyace un voluntarismo que no se corresponde con las graves consecuencias que sigue teniendo la recesión en nuestro país; especialmente en lo que se refiere a la destrucción de empleo. Es cierto que el dato del PIB entre julio y septiembre nos acerca al final del túnel, e incluso que puede alimentar las expectativas de retornar a una situación más positiva antes de lo previsto, que es ya avanzado 2010. Pero también resulta incuestionable que la economía española continúa anclada en el ciclo recesivo, y que lo hace, además, cuando buena parte de los países de nuestro entorno ha logrado salir del infierno y da por comenzado el viaje hacia un crecimiento estable. El Gobierno debería haber aprendido de la lección que supuso el error de no haber reconocido a su debido tiempo la existencia de la crisis y su profundidad, y abandonar la tendencia por la cual se inclina casi siempre a ver la botella de los problemas medio llena antes que medio vacía. Porque aunque quepa congratularse de que se haya contenido el deterioro del PIB -con una caída del 4% en términos interanuales-, más aventurado parece felicitarse de que ello haya sido fruto del mejor comportamiento del consumo y de la inversión. Primero, porque el consumo ha dejado de desmoronarse, pero no ofrece aún síntomas firmes de revitalización; y segundo, porque el repunte inversor responde en buena medida a iniciativas de estímulo que no pueden prolongarse indefinidamente. El hecho de que los consumidores españoles figuren entre los más pesimistas del mundo, según la última encuesta de la consultora Nielsen, demuestra que queda aún mucho trecho por recorrer para que la confianza coadyuve a la recuperación. Este objetivo exige levantar el mercado laboral, un objetivo perentorio en el que deben centrar sus esfuerzos tanto el Gobierno como los sindicatos y la patronal que ayer se comprometieron a desbloquear los convenios colectivos.