Brian Cowen, presidente de la República Irlandesa, se muestra confiado de la victoria del "sí" en el referendum del Tratado de Lisboa./ Archivo
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La crisis, clave para el voto irlandés al Tratado de Lisboa

Las últimas encuestas prevén ahora una cómoda victoria del Gobierno y de los partidarios del Tratado comunitario

DUBLÍN Actualizado: Guardar
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Un año y tres meses después de que Irlanda rechazase en referéndum la ratificación del Tratado de Lisboa, su electorado acude este viernes a las urnas para pronunciarse de nuevo sobre un texto que, según sus detractores, no ha cambiado ni una coma. Las últimas encuestas prevén ahora una cómoda victoria del Gobierno y de los partidarios del Tratado comunitario, un documento considerado clave para reformar las instituciones de la Unión Europea (UE) ampliada.

¿Qué ha variado en sólo quince meses para que Dublín se decidiese a convocar otra consulta con garantías de éxito y para que los irlandeses acepten ahora el Tratado? El primer escollo fue eliminado por Bruselas cuando el pasado junio ofreció una serie de garantías legales que salvaguardan los intereses de Irlanda y eliminan, en principio, las preocupaciones que llevaron a su electorado a rechazar el texto en 2008.

Estas garantías tienen la forma de un "protocolo", con la misma fuerza jurídica del documento que se pretende ratificar, con lo que este país mantiene su comisario europeo y refuerza su posición respecto a la neutralidad, su ventajoso régimen fiscal, la prohibición del aborto o la protección de los derechos laborales. No obstante, la propia UE ha reconocido que las excepciones irlandesas "no alterarán de ninguna manera la relación entre la Unión y sus estados miembros", ya que "el protocolo clarificará, pero no cambiará ni el contenido o la aplicación del Tratado de Lisboa".

Los detractores, inamovibles

A esta última frase se han aferrado durante la campaña los partidarios de un segundo "no", como el Sinn Fein, el único partido político con representación parlamentaria que, junto a un heterogéneo conjunto de grupos pacifistas, ultra-católicos, izquierdistas o neoliberales se oponen a la ratificación. Éstos también denuncian el supuesto desprecio mostrado hacia la decisión democrática tomada por la mayoría de los irlandeses en la anterior consulta, lo que, en su opinión, demuestra que la UE está manejada por una elite de políticos no electos desde Bruselas cuyo objetivo es competir con otras superpotencias a nivel económico y militar.

La inmovilidad en las posiciones de los detractores se ha visto reflejada, por ejemplo, en las calles, donde continúan viéndose los mismos carteles que quince meses atrás alertaban, en ocasiones con crudas imágenes, sobre cuestiones como el aborto, el militarismo o la erosión de las condiciones de los trabajadores y de las democracias nacionales.

En ese contexto, tan parecido al de la anterior campaña, el Gobierno y todos los partidos de la oposición -excepto el Sinn Fein- tenían todas las de perder. Los debates políticos se trababan y, como quedó demostrado, los defensores del Tratado gastaban más tiempo y recursos rebatiendo los argumentos del bando contrario que dando a conocer los puntos positivos del texto comunitario.

La crisis, aliada del 'sí'

Abocado de nuevo a ir a contrapelo, el Gobierno, sin embargo, se ha encontrado en los últimos meses con un inesperado factor que, bien manejado, ha alejado el fantasma de un nuevo rechazo: la crisis económica.

Si en la anterior campaña el Ejecutivo no supo o no pudo "vender" las bondades del Tratado a su electorado, en esta ocasión el mensaje más claro y el que más hondo ha calado es que Irlanda sólo podrá salir de la profunda crisis permaneciendo en el corazón de Europa. Ni siquiera la desastrosa gestión del Gobierno durante el hundimiento de la economía parece que le pasará factura en la consulta de este viernes, a pesar de que la tentación de castigarlo está en la mente de la mayoría de los irlandeses.

Para evitarlo, ha contado con el apoyo de la patronal, los principales sindicatos, varias multinacionales, la iglesia católica e, incluso, del controvertido director ejecutivo de la aerolínea irlandesa de bajo coste Ryanair, Michel O'Leary, azote habitual del Ejecutivo y de la Comisión Europea. En opinión del magnate de la aviación, Irlanda es un país en "bancarrota" que de no ser por el paraguas que ofrece la UE, "estaría ahora en una situación parecida a la de Islandia".