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Más represión

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L a continuada tensión social que mantiene colapsado Irán tras la revuelta civil en protesta por los resultados de las elecciones podría incrementarse con la advertencia lanzada por los Guardianes de la Revolución de que responderán de manera contundente si prosiguen las manifestaciones de los opositores. Las dificultades del régimen de Mahmud Ahmadineyad para blindar ante la opinión pública mundial la existencia de los disturbios y las consecuencias de la represión desplegada para refrenarlas están permitiendo conocer la peor cara de la grave crisis que atraviesa el país, la más profunda desde la fundación de la República Islámica en 1979. Pero las imágenes que han rebasado los filtros de la censura también dan a entender que los partidarios del presidente iraní no van a contemporizar ante quienes siguen mantienen su desafío en denuncia del fraude electoral. El aviso dirigido a los discrepantes por los encargados de velar por la ortodoxia y el limitado efecto que el Consejo de Guardianes ha atribuido a las irregularidades reconocidas en algunas demarcaciones electorales, que se darían por insuficientes para alterar la victoria de Ahmadineyad, constriñen cualquier vía de solución que pudiera ir más allá de un reajuste en el complejo equilibrio de poderes en el seno del régimen. Aunque el mero hecho de que se haya admitido deficiencias en la convocatoria electoral contribuye a enquistar las sospechas sobre un triunfo fraudulento de Ahmadineyad. La violencia desatada en las calles de Teherán y las fisuras abiertas entre los ayatolás complican la búsqueda de una salida que evite un mayor derramamiento de sangre. En este contexto, la actitud de los dirigentes iraníes de atribuir las manifestaciones de apoyo a Musaví a injerencias de las potencias occidentales más críticas con el radicalismo de Ahmadineyad no sólo obligaron ayer a la Unión Europea a rechazar tajantemente las acusaciones. Esos reproches intencionados, destinados a desviar responsabilidades de las actuaciones represivas intensificadas en los últimos días, estrechan el margen para que la UE y también Estados Unidos puedan mantener el complicado ejercicio diplomático por el que se expresa la inquietud ante los acontecimientos que están desarrollándose en suelo iraní pero evitando subrayar las hostilidades hacia el régimen.