vuelta de hoja

Nosotros, los buenos

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Investigadas las causas que determinan que las personas pudientes no roban carteras en los transportes públicos, los sociólogos dedujeron que en general ese tipo de ciudadanos no utiliza los transportes colectivos. Quiere decirse que la delincuencia menor la hemos reservado para los pobres, dejando la más alta para los despachos con moqueta y sillones de cuero, «pulidos por la saliva aduladora». El aumento de la delincuencia tiene preocupado al Gobierno, pero no en mayor escala que a los ciudadanos que no disponen de escolta. La muerte a pedradas del ladrón que intentó atracar un salón de juegos en Málaga, además de escalofriante es significativa. Quienes sufren la crisis no están dispuestos a sufrir robos y pueden faltar piedras, como en el brutal episodio bíblico de la mujer adúltera.

Es estadísticamente cierto que si se lapidara a todos los hombres adúlteros y a todos los ladrones de guante blanco, los estudios demográficos sufrirían una enorme alteración en el mundo occidental, pero por ahora sólo empieza a afectar a los desharrapados. El lúcido clérigo Tomás Roberto Malthus, que estuvo a punto de que le apedrearan, vería confirmadas sus teorías «sobre el principio de población». El hombre estaba convencido de que si la tierra es limitada no pueden ser ilimitados sus habitantes.

«Tú eres bueno porque llevas una buena vida». La del atracador no era demasiado confortable. Tenía 37 años, estaba en el paro y era padre de dos niños pequeños. Nada que no le ocurra a mucha gente, incluidos los que le asesinaron sin proceso y tumultuariamente. Lo más probable es que fuese la miseria la que tiró la primera piedra. No se sabe.