Editorial

Campaña sin Europa

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El desarrollo de la campaña para las elecciones europeas del próximo domingo está confirmando en nuestro país la polarización entre el PSOE y el PP, la cual no sólo refuerza el bipartidismo evidenciado en las generales de 2008 y la inclinación de los dos grandes partidos a concebir en clave nacional la cita con las urnas del 7-J. También ha hecho aflorar de nuevo los peores rasgos de la pugna que mantuvieron socialistas y populares en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, reflejados en el lamentable intercambio de críticas y despropósitos que han rodeado dos de las polémicas centrales de los últimos días, el brote de gripe A en el cuartel de Hoyo de Manzanares y la utilización por el presidente del Gobierno de aviones militares en sus desplazamientos a actos de partido. Resultaría ingenuo pretender que esta campaña eludiera el rifirrafe cotidiano para elevarse hacia lo que está en juego en la Unión Europea, máxime después de que Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy escenificaran tan crudamente sus diferencias en el Debate sobre el Estado de la Nación y cuando sus respectivas formaciones se han enredado en un pulso infinito que está empantanando la legislatura. Pero las expectativas que unos y otros albergan de cara a la convocatoria del domingo y su lectura interna no puede llevarles ni a ellos ni al resto de contendientes a obviar que los representantes que sean elegidos lo serán para sentarse en el Parlamento Europeo. Y que lo harán en un momento singularmente complejo para la Unión tanto por el tortuoso proceso para redefinir sus instituciones y responsabilidades, como por los estragos que ha provocado en Europa la crisis económica y los nuevos desafíos que plantea un mundo cambiante y multipolar. Interpretar o reorientar la campaña hacia objetivos básicamente internos implica estrechar los límites de unas elecciones cuya trascendencia real sólo puede ser percibida por los ciudadanos si los candidatos hacen un esfuerzo de compromiso didáctico; si, además, esa misma campaña se adentra en la zafiedad política, el resultado es una trivialización muy negativa de lo que significan esta y cualquier otra confrontación electoral. En los comicios europeos de 2004, la participación cayó en España hasta un preocupante 46%, sin que las encuestas sugieran mejores perspectivas en esta ocasión.