aniversario

Ayrton Senna: su gran pasión le costó la vida

Se cumplen quince años desde que el piloto más agresivo y talentoso de la Fórmula Uno pagara con la muerte su amor por la velocidad

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando el muro de hormigón que rodea la curva Tamburello sesgaba la vida de Ayrton Senna en el ciruito Enzo e Dino Ferrari de Imola, durante el Gran Premio de San Marino, el 1 de mayo de 1994, el deporte mundial no sólo perdía a un tipo cordial, amable y tímido fuera de las pistas, también se marchaba un hombre que, aún hoy, a pesar de los siete mundiales conseguidos por Michael Schumacher, es considerado por muchos el mejor piloto de la historia de la Fórmula Uno. "Si él no hubiera muerto, yo no habría sido campeón en 1994 y 1995, porque él era mejor que yo", afirmó en una ocasión el alemán.

Senna encontró la muerte rodando en primera posición, tras lograr la 'pole' el día anterior, como a él le gustaba. "El segundo es el primero de los perdedores", decía siempre el brasileño. Su obsesión por ganar, le llevaba a ir al límite en todas las carreras, daba igual si el asfalto estaba mojado o seco. El miedo le fascinaba. "Lo importante es ganar", se repetía. El suceso registrado en Imola fue el cuarto de los cinco que hubo ese fin de semana, donde un día antes había perdido la vida, el austriaco Ronald Ratzenberger.

Nacido el 21 de marzo de 1960 en la ciudad brasileña de Sao Paulo (Brasil), de fuertes convicciones religiosas, era un hombre destinado a batir todos los registros de la Fórmula uno, uno de los reyes indiscutibles de la especialidad. Su talento salió a la luz a los cuatro años de edad cuando se montó por primera vez en un kart que le había regalado su padre. A los trece ya competía de forma profesional.

En el momento de su fallecimiento era el único campeón en activo, de lo que hoy se conoce como ‘el circo’ de la Fórmula 1. Había ganado prácticamente todos los campeonatos en los que había participado, cuando en 1984, le llegó el turno de demostrar su fama de prodigio, que le precedía, en la categoría reina del automovilismo. En la modesta escudería Tolenman Hart, el mundo comprobó las impresionantes condiciones que poseía el brasileño. Tan sólo en su segunda carrera ya había logrado sumar puntos. Meses después ya se codeada con el que, a la postre, sería su gran rival, Alain Prost. En el Gran Premio de Mónaco, de ese mismo año, y bajo una tormenta espectacular, se subía a su primer podium, por detrás del francés. Su primera victoria también llegó tras una lluvia torrencial, en el Gran Premio de Portugal de 1985.

Mítica rivalidad

A partir de 1988, después de tres años en el equipo Lotus-Renault, fichaba por McLaren-Honda, un monoplaza verdaderamente potente. Con él se confirmó como el mito al que hoy se recuerda. Ese año consiguió vencer en ocho carreras por otras siete de Prost, compañero de equipo del brasileño esa temporada. "Estando en el mismo equipo, es la única forma que tengo de ver que soy mejor que él", dijo el brasileño. Al final de temporada, lograba su primer campeonato del mundo.

Al año siguiente el duelo estaría en primera plana. El campeonato era un calco del anterior pero el título se lo llevaba Prost. No obstante en 1990, repetiría el brasileño. La histórica rivalidad entre ambos pilotos deparó momentos inolvidables en los circuitos de todo el mundo. Era una especie de amor-odio entre ambos. Siempre que estaba uno, aparecía el otro. En 1991, el duelo principal cambiaba con la presencia de Mansell, al que el brasileño arrolló con su tercer título. Entraba así en la historia de los tricampeones, la élite de la historia de la Fórmula Uno. Su último año en McLaren, antes de fichar por Williams, en 1993, tuvo dos momentos especiales. El brasileño llegaba a su país con la necesidad de vencer ante su público pero Prost parecía que volvería a dominar. Se llevó la 'pole' pero tras un tremendo chaparrón, el francés chocaba con Hill y Senna, adelantaba a éste y se imponía, desatando la locura entre la afición carioca.

Los 'rifi-rafes' entre ambos pilotos eran muy comunes, y en dos ocasiones acabaron accidentados. En 1989, año en el que el francés arrebató el título al brasileño, chocaron en Suzuka (Japón) y al siguiente, volvería a ocurrir lo mismo entre ellos. En 1993, Prost se retiró y todo empezó a cambiar. Senna lograba su último triunfo en su carrera en Australia y tras subir al podium, le pidió al francés que subiera con él. El brasileño afirmaba que no encontraba motivación sin él en las pistas e intentó convencerle para trabajar juntos en temas de seguridad. Poco antes de su muerte, durante la vuelta de formación, Senna saludaba a su ex compañero y rival por radio. "Todos te echamos de menos Alain". Seis vueltas más tarde, su Williams Renault se empotraba a 300 kilómetros por hora contra las barreras de protección de la curva Tamburello de Imola. Su pasión, la velocidad, le quitó la vida.

El fervor religioso, que tenía Senna, le llevó a afirmar que llegaba a ponerse en contacto con Dios mientras conducía su monoplaza. ‘O Rei’, como era conocido en su país, lleva quince años pilotando y ganando carreras desde el cielo. El mundo llora hoy, quince años después, al carioca mientras se rinde ante las nuevas normas de la FIA con carreras más seguras, por el bien del espectáculo y la integridad de los pilotos.