Bajo el diluvio

El arranque del Mundial de Fórmula 1 está acreditando su consideración como el campeonato más incierto de los últimos tiempos, aunque sea por circunstancias ajenas a la tecnología de los equipos y la pericia de los pilotos como el diluvio que obligó ayer a suspender el Gran Premio de Malasia. El desenlace forzoso de la carrera obliga a cuestionar la decisión de dejar la carrera para las cinco, hora local, por motivaciones económico-publicitarias, cuando el riesgo de lluvia era más que probable y a sabiendas de que si había que parar, la reanudación iba ser imposible dada la falta de luz. Es cierto que la tormenta alimentó el espectáculo, pero también que los espectadores están ávidos de contemplar el desarrollo íntegro de unos premios sin favoritos, pese al dominio de Button y su Brawn. Aunque cabe preguntarse si es justo atribuir triunfos en una carrera suspendida cuando apenas se había cubierto la mitad de sus 56 vueltas.