Jeffrey Pardo. A la derecha, los bomberos combaten las llamas provocadas por el criminal. / AP
MUNDO

Un hombre disfrazado de Santa Claus mata a ocho personas en Los Angeles

Su ex mujer y sus ex suegros se encuentran entre los fallecidos

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Jeffrey Pardo era un devoto católico de 45 años que siempre participaba como voluntario en la celebración de la Misa del Gallo en una pequeña ciudad de Los Angeles. La pasada Nochebuena también se había inscrito para ayudar en el acto religioso, pero esta vez rompió su rutina de manera imprevista. Al filo de la medianoche del día 24 se vistió de Santa Claus y se presentó en la casa de sus ex suegros llevando consigo un enorme paquete.

Le abrió la puerta una niña de ocho años a la que dio un tiro en la cara con una pistola e irrumpió como loco en la sala donde se encontraban la mayoría de invitados a una fiesta. En medio del caos, el atacante continuó disparando y, en cuestión de minutos, prendió fuego a la vivienda con un lanzallamas de fabricación casera. Aunque la pequeña que le abrió la puerta ha logrado salvar su vida milagrosamente, no corrieron igual suerte otras ocho personas que cayeron tiroteadas o quemadas vivas en uno de los crímenes más horrendos que recuerda la Policía en la ciudad más importante de California.

Dentro de la vivienda se encontraban la ex mujer y los ex suegros del asesino y, al menos, otras veinticuatro personas, muchas de ellas niños, que festejaban una típica celebración navideña. Además de las ocho víctimas mortales, cuyos cuerpos se encontraron entre las cenizas de la vivienda, la Policía calcula que puede haber otros tres desaparecidos. La ex esposa y los ex suegros, que eran los propietarios de la casa, se encuentran entre los fallecidos. Poco después de cometer la masacre, Pardo huyó a la casa de un hermano y se suicidó de un tiro en la cabeza. Algunas personas lograron escapar con vida rompiendo los cristales de las ventanas y saltando desde la segunda planta de la casa.

Un hombre tranquilo

Vecinos y amigos de Jeffrey Pardo no dan crédito a lo sucedido. Todos lo consideraban un hombre tranquilo que disfrutaba en su jardín y muy integrado en la comunidad católica local, en cuya iglesia del Santo Remedio ayudaba todos los domingos. Jan Detanna, uno de los voluntarios que mejor conocía a Pardo en la parroquia, mostró su incredulidad ante lo sucedido. «Es espantoso. Jeffrey era la persona más agradable que nadie pueda imaginar. Siempre dispuesto a hablar, siempre sonriente». La Policía de la localidad de Covina cree que el reciente divorcio del matrimonio pudo haber desequilibrado profundamente a Pardo. No hay antecedentes de disputas o denuncias de malos tratos por parte de su ex mujer, Sylvia, que había abandonado la casa familiar la pasada primavera junto con sus tres hijos.

Joshua Chávez, un ciudadano de Seattle que pasaba unos días en casa de su madre, ubicada justo al lado de la vivienda incendiada, se asomó a la ventana al escuchar una primera explosión. Tras el rápido incendio que se formó, pudo ver cómo tres niñas, una de ellas con una herida de bala en la espalda, saltaban por una ventana, tratando de escalar el muro que separa ambas viviendas. Chávez fue uno de los vecinos que llamó a la Policía. Dos mujeres que lograron escapar se refugiaron en su casa gritando y llorando horrorizadas: «Están todos muertos, ese hombre disparó a todo el mundo».

Los agentes encargados de la investigación tardarán todavía algunos días en identificar los cadáveres. Los cuerpos están completamente calcinados, por lo que el trabajo de los forenses se centra en analizar las fichas dentales.