LO QUE YO LE DIGA

¿A cómo está el cuarto de crisis?

Usted y yo sabemos que casi todo tiene un precio en esta vida, salvo la sucesión de días y noches o de las estaciones del año, esas cosas que nos salen de balde. Usted no es un ser grotesco de esos que en estas fechas pasan el rato quejándose de la existencia de la Navidad, que no de sus minivacaciones -si las hubiere-, o de los estupendos Reyes Magos, soberanos que nunca molestaron a un republicano. A usted le gusta eso de tener un detalle, es agradable eso de encontrar el perfecto regalo. Mientras usted piensa con qué perfume obsequiará a su esposa y ella con qué nueva bazofia odorífera tendrá usted este año otra vez la ingenua intención de sorprenderla, también el Estado se va de compras.

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¿Qué se había creído? El Estado también tiene su corazoncito. Cada año organiza una zambomba con aguardiente, garbanzos tostados y villancicos en la que participan los poderes Legislativo y Judicial; el Belén lo pone entre el poder Ejecutivo y la Corona, más que nada para que el que será Rey de reyes la próxima primavera se sienta entre iguales. El Tribunal Constitucional y el Consejo de Estado comen mazapán, alfajores y amarguillos de Medina. Tienen en el hilo musical a Raphael y a su tamborilero-ropopompón. Impagable. De todas las altas instituciones del Estado y sus tres poderes, el más gastoso ha sido siempre el díscolo Ejecutivo. Nada, que le deja usted un rato la tarjeta y todo lo quiere y todo lo compra; todo lo que ve y también lo que adivina. Lo que más se estila ahora comprar entre los ejecutivos de Occidente es la crisis. Ya lo decía el otro día el presidente, ¿A cómo está la crisis? Uy, ha subido mucho desde la del noventaytrés. No llevo mucho suelto, así que póngame cuarto y mitad. Y, hala, ya está la crisis comprada. Lo que usted dice, que todos estos magníficos planes para paliar la situación están muy bien. Pero que guarden el tíquet por si hay que devolverla.