EL MAESTRO LIENDRE

Escasea la esperanza

Este año, por cada persona que desea Feliz 2009 hay diez que nos previenen contra los doce meses que se echan encima

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El humor de la gente se alimenta de vísperas. El estado de ánimo lo marca siempre la espera. Cuando creemos que viene lo bueno, ya estamos bien. Cuando los perros ven que les preparan la comida son felices como nunca. Pero cuando esperamos patadas...

Lo dijo Julián Marías y ahora lo anda repitiendo Punset. Esta Navidad es el gigantesco recibidor de un dentista, en el que casi todos dicen temer lo que viene. Es una fiesta aún más extraña. Por cada persona que nos diga «feliz año nuevo» hay diez que nos previenen contra los doce meses que se echan encima. Ya se sabe que las felicitaciones son formulismos vacíos, pero este año han degenerado en ironía. Es la primera vez en mucho tiempo que apenas hay grandes propósitos ni cándidas esperanzas. Nos conformamos con sobrevivir. Sin autoengaños. Que pase pronto y duela poco. A los males de siempre, los dos o tres de verdad, se añade la certeza de que la mitad de los que comencemos el año con un trabajo vamos a terminar en la cola del SAE (el artista anteriormente conocido como INEM).

Parece que las uvas están envenenadas, pero escupirlas tampoco servirá de mucho, no vaya a ser que el supersticioso sufra el sortilegio contrario y se quede para siempre en 2008. Da igual, todos los años vienen a contener idéntica cantidad de gracias y desgracias, las anuncien o no. Cada uno de nosotros tiene un calendario particular, que no coincide con las noticias.

Tampoco hay que regodearse en el temor y la queja. La Navidad de la crujida tiene aspectos positivos. Por ejemplo, infinidad de empresas han renunciado este año a realizar esa comida o cena tradicional, paroxismo de la corrección política y otras majaderías similares. Este año, muchos se han ahorrado ese encuentro con gente a la que está harto de ver, con la que no tiene nada de qué hablar y a la que, igual, tiene que despedir (en todos los sentidos) antes de verano. Un paripé que nos hemos ahorrado. Un atracón menos. Mejor invertir ese tiempo con la gente a la que la empresa impide ver, con esos que saben que la semana laboral de 65 horas se aplica hace muchos años al margen de lo que diga Bruselas.

Si esto de las luces y los regalos tiene algún sentido es el que le dan los encuentros familiares y los niños. Con el primer toro, allá cada cual. Con los más pequeños, con los que hay que volcarse estos días, Cádiz vuelve a mostrar toda su racanería. Es la propia de una ciudad que se acateta a velocidad de vértigo en manos de un clasismo, un sectarismo y un nepotismo resucitados, blindados al relevo generacional, amparados por instituciones que sólo dan al que ya tiene, obstáculos para que la gente joven -mejor preparada y más limpia- vuelva del exilio que prefirió, más por falta de tragaderas que de trabajo.

Hasta a los críos llega esa falta de oferta, ideas, oportunidades, aire, impulso e instalaciones. Cádiz debe de ser la capital de provincia de España más aburrida para sus niños en esta época.

Si durante todo el año hay kilómetros enteros, plazas y plazas del casco antiguo, sin una mísera zona infantil de columpios y toboganes, durante la Navidad estos huecos se hacen enormes.

Ni Diputación encuentra un sitio en el que ubicar una suerte de Juvelandia, ni la iniciativa privada que tanto se beneficia de zonas y obras públicas aporta gran cosa, ni el Ayuntamiento es capaz de poner una pista de patinaje hasta que faltan 48 horas para Nochebuena.

Belén y zambomba, una Navidad como la de hace 35 años para una ciudad que, más allá del cambio de Extramuros y las fachadas del centro, cada vez se parece más a la de hace 35 años. Quizás porque todo apunta a que el año que viene viviremos como hace 35 años.

Las atracciones infantiles de San Antonio, atendidas por unas personas cuya entrega supera con mucho la amabilidad, nos retratan con su pobreza y vaticinan a los menores que si quieren mejores caballitos, hinchables más grandes, más luces, subir más alto en la noria, tendrán que irse lejos también cuando crezcan.

Recorte a las rebajas

No queda más entretenimiento que comprar y, dado lo que viene, también da un poco de mal rollo gastar. Además, la Junta de Andalucía, en una de las mayores tonterías que se recuerdan a los gestores desesperados ante esa crisis que tanto les hace de menos, ha decidido que las rebajas empiecen el 2 de enero.

El que compraba por adelantado, esperará. El que esperaba a las rebajas, se adelantará. Las compras de antes y las de después comprimidas a un periodo de cuatro días, en las que los comercios quizás venderán algo más que otros años, pero durante mucho menos tiempo y a menor precio... Más que para incentivar el consumo parece pensado para darle la puntilla.

La propia Junta, quizás con mala conciencia, acaba de mandar una tarjetita. Utiliza a Benedetti: «Hay que hacer lo posible y lo imposible para que la esperanza no se extinga; es la clave de cualquier mañana y hay que cuidarla como un salvavidas». Pues eso: «Non piangere, ridi e vai». Aunque sea sólo por Mario.