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Asno o elefante

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Cuando se publiquen estas líneas habrá un nuevo presidente de los Estados Unidos. Durante más de un año, los yanquis, han estado inmersos en numerosas batallas en todos los confines del mundo mundial, sus marines han intervenido, la mayoría de las veces sin ton ni son, en cuantos conflictos se les pone a mano y, como son tan suyos, la batalla electoral no podía ser menos. Primero fue la lucha entre Obama y Hillary para las nominaciones (nos la tragamos entera) y ahora, desde hace lo menos cuatro meses, la autentica campaña electoral hasta sus últimas consecuencias.

Ni que decir tiene que unas elecciones Estadounidenses, por lo que supone para toda la política del orbe, tienen su importancia. Quizás nos hubiera ido mucho mejor a todos si el recuento de aquellas elecciones contra Al Gore hubiera tenido otro resultado. Visto lo visto que podemos hacer, solo encomendarnos a todos los santos del cielo con lo que voten ellos, los americanos. Pero, como aquí, somos como somos, hemos tenido que seguir estas elecciones como si fueran nuestras. La cobertura de los nuestros medios de comunicación ha sido desorbitada. Nos hemos tragado la vida y milagros de los contendientes como si se tratara de Rajoy y Zapatero en sus mejores tiempos. Nos han intoxicado con los debates, los mítines de uno y otro, las lanzadas de globos de colores y los gestos victoriosos con los yanquis enardecidos apoyando a sus candidatos. Para colmo de males esta semana se han desplazado todos los equipos de informativos al mismísimo Capitolio, con lo que eso cuesta, para que sigamos «de cerca y en directo» el resultado final. Han bloqueado nuestras programaciones para que lo veamos todo «en directo». A lo dicho, que somos como somos. Al fin y a la postre habrá salido de presidente «un asno» o «un elefante», que más nos da.