ESPAÑA

Dar la cara ante el atentado

Siento hoy la misma indignación que el día que me enteré que unos etarras habían tirado por el hueco de un ascensor a un compañero de la Universidad de Navarra.

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Sé, por haber estudiado allí, que en esta ocasión sólo cinco minutos han evitado una masacre como la de El Corte Inglés. Si la bomba hubiese estallado en punto hubiese cogido cientos de estudiantes en la calle. Los buenos en el cambio de clase, los malos de camino a Faustino, el bar mas famoso de la Universidad que encuentra a menos de 300 metros de donde estalló el artefacto.

Supongo que ésta no sera la última. Y desde luego no es la primera. De hecho, el edificio de piedra de la Universidad de Navarra es el mas bombardeado de España desde la guerra civil. O eso decían siempre sus bedeles cuando entrabas por sus puertas la primera vez. Lo que es seguro es que es al menos el sexto ataque que recibe el edificio de piedra.

Pero ¿por qué ponen tantas bombas en la universidad?, ¿por qué no eligen otros objetivos como cuarteles, juzgados o ayuntamientos o gobiernos?, ¿qué es lo que les motiva para actuar con repetida saña? La Universidad les da miedo. Les da pánico. Les pone los pelos de punta.

Pánico porque se sienten acomplejados por la calidad de sus gentes. Las ikastolas no pueden competir con la segunda mejor universidad de España. La primera, como dicen allí, es en la que ha estudiado cada uno. Los títulos regalados a etarras no pueden nunca tener el mismo valor que una universidad en la que se imparten 33 doctorados. La gente de la Universidad es más alta, más fuerte, más guapa. Se llevan los trabajos, los méritos, e incluso las novias que les gustaría tener a los etarras. Y claro, eso para un terrorista, adolescente fracasado, lo deja ladrando su rencor por las esquinas sombrías de la plaza del Castillo.

Pánico porque se sienten superados por la cantidad de sus gentes. No hay que olvidar que la Universidad tiene 20.000 estudiantes y que la clínica universitaria recibe todos los años 100.000 pacientes. Y esto en una ciudad de menos de 200.000 habitantes es una marea humana. Un ejército que los tiene rodeados. Un ejército de gente joven, estudiantes que no saben nada de miedo ni de problemas, acaso debido a su juventud, quizás hasta se atraen mutuamente.

Se sienten rodeados y lo saben. Saben que en Pamplona, mientras esté de pie el edificio de piedra, tendrán que elegir entre poner bombas a la universidad y sufrir la fuerza de la indignación de la marea humana o no hacer nada y sufrir el complejo de su fracaso en olvidado silencio. Poner una bomba en el muro de la Universidad es como poner una bomba en Puertas de Tierra. De los 20.000 alumnos, los gaditanos éramos y somos el grupo más numeroso de la Universidad. Los Fariñas, González-Bezunartea, Pemán, Larrañaga, Medina, Osborne, Caballero, Polanco, Ramírez, Esperón, Montes Posada, Molina, Ruiz-Tagle, Máiquez, Barbadillo, Haupold. Todos pasamos por allí. Bien estudiando o simplemente matriculados como decíamos con cierta guasa. Muchos incluso se casaron con niñas de Pamplona.

Nos llamaban los quillos, y por la voz quillos les llamábamos. Pidiendo tapas en vez de pinchos, picos en vez de colines y chorizo en vez de chistorra. Y nos lo traían, vaya si nos lo traían. Y Euskadi era vascongandas y una chapela una boina. Y nos entendían, vaya si nos entendían. No me gusta el fútbol. Sólo he ido una vez en mi vida. Un Osasuna-Cádiz. Fue glorioso. No me gusta gritar. Me quedé ronco. Me sentí tan orgulloso de ser gaditano como aquellos días estudiando en Navarra... eso que ahora vuelvo a ser otra vez de El Puerto.

Hoy, después de tantos años, vuelvo a sentir otra vez ese orgullo de ser gaditano y de haber estudiado en la Universidad de Navarra, punta de lanza española frente a los etarras. Si yo fuese del Opus, quizás lo sea pero sólo de cintura para arriba (de cintura pa bajo que no se metan), me llevaba la Universidad y la ponía en Medina. Pero sé que no lo van a hacer. Navarra también es su tierra y nuestra tierra. Además saben que el peor ataque a los etarras es simplemente quedarse. Y dejarles resolviendo el dilema de sufrir la indignación o el olvido.

Al final va a ser cierto lo que dijo Rubalcaba de que los etarras se habían equivocado al poner la bomba en la Universidad. Se equivocaron. Se equivocaron como erraron el día que tiraron a mi amigo por el hueco del ascensor. Porque mi amigo tardó meses en salir del coma. Pero se recuperó. Se le arregló la salud como ya están adecentando el muro de piedra de la central. Se recuperó para dar la cara. Como los estudiantes que fueron a clase el día siguiente de la bomba y como debemos darla todos los españoles bien nacidos. Para dar la cara hasta que por fin, si Dios quiere, entre todos hagamos que el hacha caiga sobre la cabeza de la torpe serpiente.