PUESTA DE LARGO. El autor presentó el libro en el Casino Gaditano. /ANTONIO VÁZQUEZ
Cultura

La memoria de las azoteas

Julio Molina Font publica la 'Historia pequeña de Cádiz', un compendio de crónicas, anécdotas y reflexiones que hablan de la 'otra vida' de la ciudad

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hay una Historia grande, hecha por hombres grandes, que dejaron su huella en las monografías, en los estudios académicos y en las enciclopedias. Una Historia con mayúsculas, vasta y crucial, que sucedió en batallas o salones, palacios, ministerios y despachos. Pero hay otra historia -pequeña y plebeya-, que recoge la memoria de las calles, de las rondas y las alamedas, de las tascas, los mercados, los barrios y las azoteas. Ambas conforman el anverso y el reverso de la misma ciudad. La una no se entiende sin la otra. Sobre la primera se ha escrito mucho; sobre la segunda, casi nada.

Julio Molina Font empezó a contar la historia pequeña de Cádiz en la radio. Ahora, gracias a Ediciones Mayi, salta a las librerías, en versión ampliada, completamente «adaptada al nuevo formato». Se trata de un compendio de artículos, crónicas, anécdotas y reflexiones de temáticas y tonos muy diversos: algunas son esquemáticas y refieren chascarrillos y sucesos puntuales. Otras se plantean como una evocación lírica de estampas so-ciales, «encajadas en el acervo popular gaditano».

«Hablo, por ejemplo, de esas azoteas de la posguerra, en las que había tanta vida como en la calle; tus padres te mandaban a jugar allí, con la tranquilidad de que estabas protegido, pero los que éramos un tanto observadores sabíamos que no todo por arriba era tan inocente», relata.

Sumergirse en los anales de lo cotidiano, rastrear su eco, «para que no se pierda», le ha llevado dos años de trabajo. «Hablo de personas y personajes, porque para mí son iguales, aunque en algunos casos he preferido cambiarles el nombre y contar la historia protegiendo su identidad, más como un recurso literario que como prevención». Algunos episodios, por más que sean estrictamente verídicos, parecen puro surrealismo: «Hay una familia entera que murió por culpa de un loro, por ejemplo, y determinados hechos que si no fuera porque están minuciosamente contrastados, parecerían pura ficción», bromea.

En cualquier caso, la pretensión general del autor es que «los gaditanos se sientan identificados con determinados pasajes, despertar sus recuerdos y hablarles de cosas que les son cercanas, pero a las que muchas veces uno no le presta la suficiente atención si alguien no te las acerca».

Si en todas partes esa historia pequeña y paralela es fundamental, en Cádiz resulta aún más definitiva: «En Estocolmo no creo que sucedan tantas cosas como aquí, porque nosotros vivimos en la calle, y salir a pasear, para el observador, es una fuente infinita de historias», relata. «Por nuestro carácter, nuestra socarronería, nuestra vocación social, tendemos a protagonizar episodios que difícilmente pueden extrapolarse a otra parte de la geografía nacional», explica. «De hecho, he tenido que dejar tantas cosas fuera, que guardo material para un segundo volumen completo».

dperez@lavozdigital.es