ANÁLISIS

Expectativa y confusión

El elogio de Gordon Brown a la personalidad y la visión del presidente Rodríguez Zapatero ha creado una mezcla de confusión y expectativas que apenas ha traspasado el umbral modesto y un poco miserable de saber si, por fin, el patronazgo británico obraría el milagro de incluir a España en los foros de las potencias económicas del mundo. En realidad, el piropo de Brown apenas aportaba nada en comparación con el artículo dedicado por The Financial Times a la solvencia y la eficacia de las entidades financieras españolas, con un homenaje explícito al Banco de España, y a la disposición de unas cuentas públicas saneadas para sortear la tempestad, con mención singular para la buena salud de la Seguridad Social y la baja tasa de deuda pública.

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Estar o no estar en la cumbre que algunos pretenden convertir en el inicio de la refundación del capitalismo -redimensionada a la baja como refundación del sistema financiero, que no es lo mismo- podría acabar convirtiéndose en un objetivo frívolo, y es de suponer que no lo será ni por parte del Gobierno español ni de la oposición. Esta vez, Nicolas Sarkozy es inocente: al final, él parece acomodarse al formato de que la gran reunión de EE. UU y el resto del mundo es, de hecho, el G-8 más las cinco potencias emergentes: Brasil, China, India, México y Sudáfrica, convocadas según el riguroso orden alfabético.

La confusión inducida por el deseo de Brown de que Madrid hable, opine y se deje ver por sus méritos no otorga certificado alguno ni tampoco reparte invitaciones para la cumbre refundadora. De modo que queda fuera de lugar la crítica, a modo de hallazgo verbal, de la secretaria general del PP, Dolores Cospedal, cuando apunta que «España se merecía estar en la próxima cumbre financiera internacional pero parece que Zapatero no», antes de añadir que esto es consecuencia de «un Gobierno que se engaña a sí mismo». No hay tal cosa: allí estarán los emergentes, como se sentarán sin que pase mucho tiempo en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y España no, aunque su riqueza es mucho mayor que la de tres de los invitados y atesora un PIB de un billón trescientos mil millones de dólares, el octavo del mundo. Pero es que existen otras consideraciones más allá de las estrictamente económicas.