El chico prodigio de Nebraska graba desde los 14 años. / LA VOZ
Cultura

Gesto de independencia

El primer album en solitario de Conor Oberst refrenda y ensancha su notable categorñia creativa

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Inició su carrera musical a los trece años y sólo una temporada después ya registraba sus primeras canciones. Decidido a controlar todos los aspectos de su trabajo, a los dieciseis años dio vida al sello discográfico Saddle Creek (en principio, Lumberjack) para poco después poner en la calle una primera compilación de sus composiciones con el título de A Collection Of Songs Written And Recorded 1995-1997 (1998). El chico prodigio de Omaha (Nebraska) se llama Conor Oberts (Omaha, Nebraska; 1980) aunque su nombre ha quedado oculto tras el de Bright Eyes a lo largo de una década durante la cual ha pasado de aquellos tímidos temas grabados en un cuatro pistas a la plenitud compositora del reciente Cassadaga (2007). En el trayecto, un proceso de interpretación de modelos como rock, folk o country, salpicado de reflejos electrónicos en discos como Digital, Ash In A Digital Urn (2005), en cuyo itinerario queda constancia de su cotización como inteligente y maduro songwriter, preocupado por temas íntimos como la decepción o la integridad personal. También, en un ámbito más público, por la política, hasta el punto de formar parte de la gira Vote For Change en 2004 o de la reciente campaña a favor de Barack Obama. Fevers And Mirrors (2000) o Im Wide Awake, Its Morning (2005) son testimonios de una categoria hasta ahora conectada a su banda, Bright Eyes, pero que el flamante Conor Oberst (Merge - Wichita - Nuevos Medios; 2008) personaliza de manera concluyente.

Su nuevo álbum también supone una reacción contra un formato más participativo de banda que, lógicamente, cinrcunscribía de una manera u otra su autonomía personal. Grabado en Tepoztlan (México) sin contar con Mike Mogis, su habitual colaborador en Bright Eyes, y publicado a través de una compañía distinta a Saddle Creek, en lo que supone una huída de sus espacios tradicionales, Conor Oberts también rechaza la arreglada y concurrida sonoridad de anteriores entregas grupales para recalar en aguas más distendidas y espontáneas escenificadas por composiciones como Lenders in the Temple o, en un registro más dinámico, Danny Callahan. Un enclave en el que también cabe el juego de contrastes entre la rítmica e irónica I Dont Want to Die (In a Hospital) y la épica melódica de Eagle on a Pole, entre la bromista y prescindible NYC-Gone, Gone y la inspirada Moab. Un espacio en cuyo trazado Oberst ha contado con la colaboración de un grupo de amigos bautizados como The Mystic Valley Band en honor al pueblo de montaña, Valle Místico, establecido como base de operaciones.

Tal gesto de independencia reafirma a Conor Oberst en su puesto de autor consolidado permanentemente preocupado y ocupado por esquivar la pasividad creativa. Sus nuevas canciones son la más fehaciente prueba de que aquel chico prodigio de Nebraska sigue sumando.