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Zapatero sí tiene quien le escriba

Acaso lo más sobresaliente de los días pasados haya sido la comprobación de que Zapatero sí tiene quien le apoye, al menos en sus presupuestos para 2009; estaba el presidente del Gobierno central acorralado, sin posibilidad de prorrogar las cuentas del Estado vigentes en 2008 y ha hallado, eureka, a unos nacionalistas vascos, gallegos y quién sabe si también catalanes que, de nuevo, van a dejar solo al Partido Popular en su reprobación a los PGE'09. Esos PGE que Pedro Solbes, superviviente una vez más del riesgo de naufragio, llevará al Parlamento este martes en un breve, pero contundente, diskette informático, sustituto de aquellas aparatosas fotografías con toneladas de papel en una furgoneta. Los tiempos tecnológicos han cambiado, el concepto de los Presupuestos puede que también y aquella soledad que amenazaba a las socialistas en esta legislatura parece difuminarse: balón de oxígeno, de nuevo, para el afortunado ZP.

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Zapatero sigue siendo un tipo hábil, qué diablos. A saber qué le ha ofrecido a Iñigo Urkullu en las misteriosas y nunca confesadas ni, menos aún, detalladas conversaciones telefónicas que sin duda ambos mantienen con cierta frecuencia. ZP supo entenderse con Josu Jon Imaz, cuando era presidente del PNV, y a mí me da la impresión de que ha hallado el camino para entenderse con su sucesor, Urkullu, ya que la sintonía con Ibarretxe, anclado en lo suyo, parece imposible. Acabaremos enterándonos del precio pagado por el apoyo de los peneuvistas y por el Bloque Galego y, si la cosa cuaja, por los nacionalistas catalanes. Un precio que será político y económico, y que yo, al menos a priori, no me atrevo a criticar: al fin y al cabo, hay que gobernar, si se quiere hacerlo en toda España, también con los nacionalistas, depositarios de votos.

Es más: me parece que Mariano Rajoy tendrá que acabar entendiendo este mensaje, que ya comprendió Aznar en su primera etapa y dejó de asumir en la segunda: los nacionalistas existen, controlan parcelas de territorio y exigen contrapartidas para no mostrarse excesivamente molestos para la gobernación del Estado. Muchas veces se muestran, sin duda, egoístas. Pero las cosas están así, y temo que hay que asumirlas. En este sentido, los Presupuestos, al margen de su bondad técnica y de los nubarrones que presagien, son un arma de cohesión política.