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Terror en Siria

El sangriento atentado perpetrado ayer en territorio sirio, en una zona de la capital frecuentada por peregrinos chiíes originarios del país y procedentes también de Irán, Irak y Líbano, introduce un inesperado factor de inquietud en el convulso Oriente Medio, dado que el régimen el Damasco no sufría un ataque tan devastador desde los años 80. Siria, un estado árabe y musulmán dirigido históricamente por un régimen laico que redujo en su día el islamismo político insurreccional por medios drásticos, sigue constituyendo para la Administración estadounidense uno de los promotores del llamado 'eje del mal', al que atribuye el patrocinio de acciones terroristas contra sus intereses y de fomentar relaciones sospechosas a ojos de Washington como las que mantiene con los iraníes. Que haya sido justamente Damasco el objetivo ahora de un coche bomba cargado con 200 kilos de explosivos se contrapone cruelmente no sólo a las acusaciones de EE UU, sino también a los gestos aperturistas realizados en los últimos meses por el Gobierno de Bachar el Asad especialmente hacia Israel, su tradicional enemigo.

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Aunque los interrogantes impedían ayer establecer con exactitud la autoría del atentado, hay indicios que apuntan al terrorismo integrista sunní articulado en torno a Al-Qaida, responsable hace unos años del intento de asalto contra la embajada norteamericana. Si así fuera, supondría las reaparición de los rescoldos de los Hermanos Musulmanes que fueron masacrados en 1982 tras desafiar al régimen sirio. Es improbable que éste vaya a sentirse coaccionado por el resurgimiento de una violencia tan destructiva. Pero el baño de sangre registrado ayer en Damasco advierte de nuevo sobre la capacidad del terror para agudizar la inestabilidad en una región carcomida por el miedo y la desconfianza.