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Al rescate de los impíos

Si El McCarthy (el de la Caza de Brujas, no el del café de la Plaza) levantara la cabeza... la espichaba otra vez: ¿Estados Unidos, socialista! El Gobierno tiene que intervenir en el sacrosanto mercado libre. Se acabó dejar hacer y dejar pasar. Los políticos que parecían chihuahuas del poder económico se ven obligados a cuidar de sus dueños, a meterle mano a los bancos, a los estirados de la Bolsa y a los especuladores porque se han vuelto tan caníbales que se comen sus propias manos y no tienen con qué agarrar el tenedor para clavarnos a los demás, indefensos papasfritas. Fidel Castro debe de estar meado dentro de su chándal Adidas (otra ironía, pero más pequeña).

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La mayor broma es esa del rescate. Eso de que un gobierno, con el dinero de todos, tenga que inyectar 700.000 millones de dólares a los pobres bancos norteamericanos es para tirarse. Sería para partirse la caja verlos atragantarse, si no fuera porque tenemos la certeza de que nos moriríamos todos de ese ataque de risa. No queda tan lejos el absurdo. Una pizca de la burrada de billetes la hemos puesto entre todos, siquiera por lo que nos gastamos en McDonald's y Coca Cola. Un escote gigante para rescatar a los pobres dirigentes banqueros, a los brokers, a los magnates, consejeros y especuladores que se metieron en la de Ubrique varios millones de euros (¿cada uno!) el pasado año y el otro, y el otro, y el otro. Ayúdales, Jorge, hombre, que sus niños tendrán que comer.



EL 'BROKER'

Para definir exactamente al tipo de personaje (y de sistema) a rescatar, basta recordar una entrevista realizada, hace un año, por una radio española, en hora de máxima audiencia. Un tecnoimbécil de esos, un neopijo mierda, confesaba entre risotadas que su oficio consistía en sacar tajada «de los movimientos del mercado». Cuando el locutor le preguntó qué día ganó más, el protonecio, sin dejar de reír, aseguró: «Bueno, entre avión y avión de las Torres Gemelas hubo mucho pánico en los parqués, se movieron muchos valores y gané unos 300 millones de pesetas sólo esa mañana».

Ese es el sistema, ésos son los vampiros a los que hay que resucitar con un rescate (palabra que también define el pago para solventar un secuestro). Este tipo de patán no cae tan lejos. Como el domingo es el día propicio para la demagogia, podemos acercar el ejemplo a nuestras vidas. Los tipos a los que hay que lanzar un salvavidas de miles de kilos de papel moneda en EE UU están hechos de la misma madera que los analfabetos y espabilados promotores que han convertido la economía española en un solar. El único que han dejado libre. Ellos, que tanto contribuyeron a la riqueza (concretamente a la de millares de concejales de urbanismo e intermediarios), también están a la espera de un rescate del Gobierno o la Junta.



EL 'ASUSTAVIEJAS'

Los indefensos potentados, los avariciosos que han llevado este esquizofrénico sistema al borde del abismo, esperan el flotador de oro. No todos son yankees. Sus primos hermanos son nuestros queridos asustaviejas y asfaltaplayas. Algunos cínicos dicen que los primeros no existen, pero yo les vi llegar a casa de mis padres, y a casa de la madre de mi amigo. Siguen por aquí, con su berlina y su provocadora soberbia, pero ahora están quietecitos, esperando que todos arrimemos el hombro para reflotar el (su) mercado inmobiliario. Nos ayudaron mucho, recuerden. Sobre todo a los mayores a los que intimidaban con sus abogados mamporreros, de trajes y leyes a medida. Los del otro lado del charco son los ideólogos de todos éstos, de los del taco y de esos mandos que blindan su contrato mientras abaratan tu despido, de los que antes apretaban para ganar y ahora asfixian si no quieres perder. Rema, rema, que si no serás un canapé más para el tiburón del paro. Ten miedo, mucho miedo. Todo puede ser peor.

Ahora, los consumidores, los ancianos asustados por los compradores de fincas o los asalariados que pagan impuestos y han viajado del mileurismo al pánico son los que tienen que salvar el sistema, rescatar a los que les roban sistemáticamente.

Lo peor es saber que, un segundo después de recibir el imaginario cheque salvador, esos perros ya maquinarán de nuevo cómo desangrarnos a dentelladas, comisiones y reajustes. Como alimañas, como seductores versallescos, como drogadictos... no pueden evitarlo, viven para eso, es su condición, no saben hacer otra cosa.

Dan arcadas al pensar que salvarles, volver a estar como estábamos, es lo menos malo que puede pasar.