VELADORES DE HUMO

JEREZ-CARMONA-JEREZ

Hace ya muchísimos años que mantengo una relación sentimental y casi epidérmica con la muy noble y antigua ciudad de Carmona, Lucero de Europa. Tanto es así que siendo yo un personaje sospechoso -y aliento de dimes y diretes- en mi propio pueblo, encontré en Carmona acomodo, apaño y descanso de mis misteriosos achaques. En Carmona encontré, en un mismo cesto, amistades, editores, compañeros de tertulia y parranda, y paseos eternos con vistas a ese mar pardo y verdoso que se ha dado en llamar La Vega.

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En Carmona prticipé, hace casi tres años, del I Congreso Tabernario Nacional, de imborrable recuerdo. A mí me tocó, mal rayo me parta, moderar la última mesa redonda del congreso ¿A las nueve y media de la mañana!

Eso sí, cumplí como un rey a pesar de la injusta fama que me precede, con los ojos como brecas, cortando las interminables intervenciones de taberneros y literatos bien dormidos y mal bebidos.

Incluso me dió para un alegato en verso contra mi amigo José María Carmona, organizador de aquel disparate extraordinario.

«¿Mal haya el que hizo el horario\de este maldito congreso,\por canalla, por perverso,\por ruín y por falsario!.»

También me dió, asimismo, para colaborar en esa joyita bibliográfica titulada De Via Crucis por Carmona, cuyo mayor mérito lo tienen las ilustraciones de mi amigo Pepe-Lautrec-Castellanos Ubaol, castellano reconvertido en carmonense ya mayorcito. Y como inmodesto no me gana nadie, ahí va: En Carmona, diligencias.

«Este verso lo escribo con piedra castellana/y un acento cansino de fin de diligencia./Me devuelve la rima el eco de La Vega/y un runrun de amistad de taberna y proclama.

Carmona es este martes boticario y poeta,/de paseo con pitillo y desgana en las manos;/de jerezano ilustre y pintor trasterrado./Carmona es esta luz que es casi una vereda,

y este aire de campiña en las conversaciones/ que deja la neblina de lo que callamos,/y un cerco de ternura sobre los mostradores.

Es Carmona esta casa de parientes ricos/Este aroma de primos de apellido noble/que en su dia tuvieron trato con forajidos.»

Total, toda esta palabrería nunca servirá como disculpa ante los amigos a los que convencí, por fin, para que me acompañaran de visita a mi segundo pueblo. Fué lo que se dice un auténtico éxito.

Quizás los mas mayores conozcan lo que es una Novena en toda regla, yo me acabo de enterar. En Carmona la Novena son siete días de homenaje a la Patrona, la Virgen de Gracia, y tres o cuatro días de cierre absoluto del comercio y la hostelería local. Así, que llegamos el jueves pasado este servidor, un matrimonio amigo y un agente de la CIA afincado en Jerez, prometiendionoslas muy felices, en un Via Crucis de taberna y tapeo, que allí nunca son escasos...Y nos encontramos con un decorado de la Metro en barbecho: hermosas y desoladas calles de piedra, palacios apagados; iglesias sin culto, y tabernas con cerrojazo en un día de viento y nublado. El orgasmo de un cicerone: sandwich mixto y cerveza en la cafetería del Parador.

Es maravilla que no deja de asombrarme los oscuros sortilegios que tiene «el acontecer cotidiano» -que diría nuestro nunca bien ponderado cronista local M.A.V.- para joder un plan bien elaborado: la actuación de Juanito Macandé en el Patio del Alcazar, suspendida por la lluvia; las copas en la Olavide, a hacer puñetas; Pepe Yañez missing hasta las tantonas; el poeta José Luis Blanco malito, malito; y los ilustres proceres locales que tengo el honor de frecuentar, haciendo su particular novena.

Me he comprometido con estos amigos jerezanos a desagraviarles del desaguisado a la mayor brevedad posible; y como embajador de el muy ilustre pueblo de Carmona -Lucero de Europa- les conmino para una visita completa, siempre fuera de Novena.

Caso de no estar disponible el autor de estas lineas, cabe personarse en la Taberna La Noria, enfrente del antiguo Casino y preguntar por Manolo. Ya me dirán.

Por la noche y al día siguiente logré paliar el desastre con una buena cena en el San Fernando y un gran almuerzo en La Yedra; los dos solteros -el agente secreto y yo- nos enamoramos de distintas señoras, amaneció un día radiante y paseamos largamente. Me gustaría terminar esta columna, ya desde mi velador del Shema, con un texto de mi amigo, el tabernero sevillano Enrique Becerra (que me trae a la memoria tantos tabancos y bodegas jerezanos que se perdieron), que tanto y tan bien me alimentó en su día.

«Me gusta que me llames tabernero. Y no te vayas a creer que un tabernero es un simple expendedor de vinos ¿Qué equivocados están quienes piensan así!...Un tabernero tiene que saber cuando hablar y cuando callar. Debe tener mas mano que Joselito y El Gallo juntos. Niño -me decía mi padre, el mejor tabernero que he conocido-, con solo ver cómo abre la puerta el cliente ya tienes que saber de la leche que viene. Psicología en estado puro».

Y algo más lector: no dejes nunca de leer la obra maestra de uno de los mas singulares filósofos y pensadores romano, el gran Caius Mollatosus Riojano: Vino, vitatis, agua cría gusarapis. rafabtoledano@hotmail.com