TRIBUNA

Las enfermedades de la Tierra, las enfermedades del hombre (I)

Hace unos años la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció un día para llamar la atención sobre los daños que ocasiona el cambio climático en la salud humana. Para unos catastrofismo, para otros precaución sensata, lo cierto es que sus efectos y ya se dejan notar en la salud humana. Enfermedades respiratorias, de la piel y un incremento de las enfermedades infecciosas con resistencia a los antibióticos de uso común, son más que frecuentes. Son las incipientes consecuencias de un grave problema que depende de forma exclusiva de la mano del hombre.

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Estas reconsecuencias afectarán de forma desproporcionada a los colectivos más frágiles, encabezados por la población infantil, las personas mayores, la población con pocos recursos, los inmigrantes y las poblaciones aisladas. La vulnerabilidad también es mayor en las zonas que soportan enfermedades endémicas sensibles al clima, grave escasez de agua y escasa producción de alimentos, las grandes megalópolis y las regiones sometidas a grandes flujos migratorios propiciados por problemas económicos, políticos y bélicos.

El cambio climático amenaza con el retroceso en la lucha contra las enfermedades de la pobreza y con un aumento de las disparidades de los resultados sanitarios entre los ricos y los pobres.

Según Marget Chan, responsable de la Organización Mundial de la Salud para el cambio climático «sabemos lo que significa para la salud un clima inestable y cambiante. Olas de calor, tormentas, inundaciones y sequías que matan a decenas de miles de personas por año. Enfermedades sensibles al clima como las diarreas, el paludismo y la malnutrición proteinoenergética causan ya más de tres millones de defunciones en el mundo. Ni siquiera estas cifras impresionantes reflejan las devastadoras repercusiones sanitarias indirectas previstas como consecuencia de los efectos del cambio climático en las cosechas y la disponibilidad de agua potable en extensas zonas del planeta».

La OMS establece vínculos entre el cambio climático y la salud y otras esferas del desarrollo, tales como el medio ambiente, la alimentación, la energía o los transportes.

Los más pesimistas nos auguran que las repercusiones sanitarias del cambio climático serán raramente reversibles en los próximos decenios.

El control de los vectores de enfermedades, la reducción de la contaminación producida por los medios de transportes, fundamentalmente los de uso privado; así como el uso eficiente de la tierra, la energía y el agua, se han manifestado como elementos necesarios para un control eficiente del posible desastre que se nos avecina.

En los países industrializados el uso de la bicicleta como medio de transporte, la inercia de los sistemas de climatización y un manejo responsable de las fuentes energéticas, bajaría la emisión de los gases invernaderos, se mejoraría la calidad del aire y, con ello, la salud respiratoria, y se reduciría el número de muertes prematuras atribuibles a los problemas cardiovasculares.

Las modificaciones producidas en nuestra alimentación, unida al patrón sedentario de comportamiento de nuestra sociedad han propiciado que todas las enfermedades relacionas con la malnutrición cualitativa se pongan de manifiesto sobre todo en los países del, mal llamado, primer mundo. Medidas dirigidas a fomentar la actividad física diaria beneficiarían, no sólo, desde el punto de vista medioambiental, sino que reduciría la prevalencia de obesidad, una de las peores epidemias con la que se enfrenta nuestra sociedad del bienestar. Su posible repercusión en le gasto sanitario de aquí a unos años hace plantear serios problemas de financiación del sistema sanitario público.

Durante el siglo XX el hombre ha liberado a la atmósfera más anhídrido carbónico que en los últimos 500.000 años. Toda la reserva de combustibles fósiles, carbón, petróleo, etc, que se ha ido acumulando durante miles de años la estamos consumiendo en unas cuantas décadas.

Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008 publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, firmado por Pelma Dervi y Achim Steiner, los países desarrollados ya están preparando sus sistemas de salud pública para enfrentarse a futuras crisis climáticas, los mayores impactos para la salud se harán sentir en los países en desarrollo debido a los altos niveles de pobreza y a su poca capacidad de respuesta.

La simple contaminación en lugares cerrados producida por la utilización de combustibles sólidos, carbón, leña, excrementos de animales, etc, provocan al año más de un millón de muertes.

La ONU alerta de que las sequías y las inundaciones son, en general, un catalizador de problemas sanitarios amplios, incluido el aumento de diarreas entre la población infantil, el cólera, diversos problemas dermatológicos y la desnutrición aguda.