TOCADO. Juanma marcó un gol pero después no pudo hacer nada para paliar el desastre cadista. / MG
Deportes

El Cádiz se confía y pierde en casa ante el Conquense

Los amarillos destacan en la primera mitad y rozan el ridículo en la segunda

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia... y soberbia. Pecado capital. El que condenó al amarillo al descenso a los infiernos, al encuentro con su demonio futbolístico. Meses de penitencia, de flagelaciones obligadas (las mínimas) y la amputación de varios miembros inútiles parecían haber expiado el pecado. El vicio había sido erradicado.

Algo queda en el ambiente. El grupo es joven, inexperto, cándido hasta la sorpresa, falto de carácter y agresividad, pero era humilde. Es humilde, aunque ayer se esforzara en demostrar lo contrario. La esperpéntica derrota ante el limitado Conquense cuenta con los condicionantes mencionados, pero es el exceso de confianza el que lleva a aflorar los males corregibles de este Cádiz en proceso de creación.

Buen inicio

Así hasta se encubren las decisiones erróneas de Gracia, como la elección de Ezequiel para sustituir a Raúl López o la carencia de centímetros del bloque. El primer asalta destaca las distancias entre Cádiz y Conquense. Los locales, sin forzar la máquina, apabullan en el primer cuarto de hora a su adversario asfixiándole por banda y golpeando por el centro. Enrique conecta dos buenas ocasiones que se escapan por poco, y la tercera intentona manifiesta la infinita capacidad de la versión excelsa del Cádiz. Caballero combina entre líneas para Rubiato, que cede de primera de espaldas a Juanma y el perico supera con el interior al meta Raúl. Pisando levemente el acelerador el Cádiz se escapa y ya ve por el retrovisor a su rival. Esta circunstancia provoca la primera relajación del equipo, que regula su velocidad y contemporiza en medio campo. La disminución de revoluciones propicia el primer susto, despejado por la manopla de Casilla.

Unos tanto y otros tan poco. Los futbolistas amarillos aflojan y Fleurquin no frena ni en los stop. El uruguayo se autoexcluyó de la contienda, como si tuviera prisa por abandonar el estadio o decidiera no viajar a San Fernando. Su absurda cartulina y las dos amonestaciones verbales por la habitual muestra de codos obligaban a Gracia a prescindir de sus servicios en el principio de la debacle. Antes del ecuador, los amarillos se ponían en franca ventaja en el marcador después de un pase de la muerte de Enrique aprovechado por Rubiato. La relajación máxima espoleaba a los conquenses, repitiendo la historia de hace menos de un mes en Cuenca. Cristian, en otro inexplicable error que entierra sus muchas virtudes, derribaba a su oponente cuando se dirigía a la línea de fondo, resucitando con este penalti a un enemigo sorprendido por el regalo.

El modestísimo Conquense se valía de sus rudimentarias armas (el autobús abajo y el pelotazo arriba) para desarbolar a todo un Cádiz que se descuelga de su altar de la imbatibilidad. El desastre era absoluto. La defensa se desmoronaba al mínimo soplido, Toedtli interpretaba el fútbol a cámara lenta, Enrique se perdía en regates, Caballero se ofuscaba y se largaba a la caseta por una acción infantil, Bezares corría desorientado,... y Víctor se reía del desconcierto con un gol que trasladaba los tres puntos a casa.

Primera derrota, y con la crueldad de comprender que este club está en un pozo donde cada día se toca un nuevo fondo. No será el único animal que tropiece dos veces con la misma piedra, y ya demostró que es capaz de levantarse. Algo perfectamente reparable con un par de parches.

jaguilera@lavozdigital.es