CÁDIZ

Si las piedras hablaran

Cinco de los más importantes rincones de la ciudad fueron testigos de episodios y acontecimientos que llegaron a cambiar el curso de la historia de la ciudad y del país

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¿Por dónde andamos una vez que cruzamos las Puertas de Tierra? Es inevitable transitar por zonas que llaman la atención y que albergan curiosidades que no siempre se conocen. Plaza Mina, San Antonio, la calle Ancha, el Mentidero... son algunos de estos rincones donde, a pesar de los años, sobreviven anécdotas que tanto a gaditanos, como a viajeros sorprenden. Todas ellas perduran con el paso de los años y conviven en la ciudad día a día.

PLAZA DE ESPOZ Y MINA

Plaza del Generalísimo Franco

Lugar emblemático de jardines y terrazas

Serafín Pro y Ruiz en su callejero, publicado en 1933, denominó a este lugar la plaza más bonita de Cádiz. Lugar de recreo para los gaditanos, esta plaza fue realizada sobre la huerta y enfermería del convento de San Francisco, obtenido en las desamortizaciones de 1838. La zona conserva el mismo perímetro exterior que por entonces, en el siglo XIX, cuando estaba compuesta por tres hileras de árboles, formando dos calles embaldosadas, cerradas por bancos de respaldo de hierro fundido importados desde Sevilla. El centro de la plaza se coronó en el año 1861 con unos jardines, que portaban una plataforma, como espacio habilitado para música, y más tarde se cambió por una fuente de juegos.

Durante 1890 se situó en el número 2 de la plaza la tienda fotográfica de Raymundo -nombrada por Serafín Pro en su obra- hasta la década de los años treinta del siglo XX. En el número 3 se ubicó el restaurante del Tinte, perteneciente a Don Andrés Herrero, dueño de un bazar norteamericano situado en la actual Plaza de San Francisco (antigua Plaza de Loreto) y después fue la redacción del periódico La opinión. Fundado por la política municipal, el director de La opinión era el poeta y literato Narciso de la Hoz, con la colaboración de Joaquín Navarro, Manuel Sedulí y Miguel Mihura entre otros más destacados.

En el número 5 vivió el jurisconsulto Don Juan de Vicente Portela, estando en la accesoria y también hubo un estanco. En el número 7, vivió don Luis Chorro y Morillo, alcalde de la ciudad durante el año 1890; en el número 8, doña Ana de Viya y en el número 9 se estableció el Consulado Francés. En el número 18, se encontraba la Banca de don Amaro Duarte. En esta época, los jefes de la guardia Civil habitaban en los bajos de la Academia de las Bellas Artes, por su comunicación que tuvo la esquina de esta plaza con Antonio López.

En cuanto a la situación de lápidas a ilustres se puede destacar en el número 12 dedicada al geólogo MacPherson y en el número 3 por haber nacido el músico Manuel de Falla.

PLAZA DEL MENTIDERO

Plaza de Méndez Núñez

Lugar de conversadores

Plaza del Mentidero o Méndez Núñez. A mediados del siglo XVIII se le llama mentidero porque en ella se formaban conversadores, y una cruz que había en su centro se le llamaba Cruz del Mentidero, dando origen a que un Obispo hiciera llamarle plaza de la Cruz de la Verdad para evitar equívocos. La plaza se reformó en 1862, quitándose la cruz y poniéndose asientos y después se le construyó un salón elíptico en alto, que desaparecería en 1909. A fines del siglo XIX se estableció en el centro de la plaza, concretamente en su parte mas ancha, un circo ecuestre, que duró bastante tiempo, al tener mucha aceptación.

Durante el siglo XX se instaló el cine público de verano, al suprimirse en la plaza de San Antonio, llamada en aquella época plaza de la Constitución, que era donde se proyectaba anteriormente. En los años treinta de ese mismo siglo se culmina con la construcción de la estatua dedicada a don Cayetano del Toro, obra del escultor Borrás. Luego más tarde, al realizarse una obra y por cambios urbanísticos, se situaría frente de la facultad de medicina en la plaza del Falla.

La plaza del Mentidero viene a ser como la antesala del Parque Genovés. Ha sido muy concurrida en tiempos de veladas. Allí se establecían barracas, atracciones de ferias y buñolerías, cercanas a las tabernas y cafés establecidos en gran número durante aquellos años del siglo XX.

En la esquina con la calle Hércules se localiza un local de pequeñas dimensiones donde actualmente se encuentra un restaurante alemán llamado Gotinga. Antiguamente allí había uno llamado bar Ripert, un nombre que viene de un estilo de coche. La vida que podría alcanzar dicho local abarcaría desde los años treinta del siglo XX, manteniéndose cerrado durante la Guerra Civil, y seguiría abierto hasta finales de los años setenta o principios de los años ochenta. La característica de este bar es que era muy peculiar al denominarse Ultramarino-bar, que era el típico bar gaditano en esa época.

Entre la calle Ceballos y la calle Bendición de Dios, nos podíamos encontrar en esa parte de la plaza durante los años 60 una parada de bus, ahora inexistente, como el final del trayecto de alguna línea que finalizaba allí.

Por la calle González de Tablas a mano izquierda nos encontramos con los Talleres de Maticería y Tornero, propiedad del ejército que abarca desde 1920 hasta más o menos los años ochenta.

Desde allí se le llevaban los cafés a los militares de alta escala desde el Ripert o se lo tomaban allí mismo cuando contaban con más tiempo de asueto. El estilo de vida que antes era prácticamente militar en el Mentidero ha sido sustituida por el ambiente universitario que domina ahora en sus terrazas.

CALLE ANCHA

Calle Duque de Tetuán

Un referente del comercio de la capital

La calle Ancha antiguamente se denominaba Duque de Tetuán. Su entrada por la plaza de San Antonio indudablemente es de las mejores. Esta vía es fragmentada en todo su tramo por dos calles paralelas, San José y Sagasta. Lo primero que encontramos es la Heladería cafetería Los Italianos, que hace esquina con San José. Fue fundada en 1940 por Arturo Campos y es un negocio familiar que sigue la tradición, y donde resulta difícil resistirse a probar su postre estrella El Topolino: o bien se compra al pasar por allí o se deleita uno en la terraza del local teniendo como escaparate el tránsito.

En esta calle se instaló en el número 9 el famoso pintor y escenógrafo José María Allely, nacido en 1853 y fallecido en 1923, premiado en la Exposición Regional de 1878, autor del decorado del Gran Teatro Gaditano, que se incendió en 1881, situado donde ahora tenemos el insigne Gran Teatro Falla.

En el edificio abandonado de Telefónica, que se le denominaba durante los años 30 del siglo pasado como la central de teléfonos, anteriormente se encontraba una finca que pertenecía a don Miguel Fernández de Celis que tenía en la planta baja los almacenes de muebles de lujo, llamada Martínez Hermanos, con magníficos escaparates y siempre alternando distintas exposiciones de mobiliario.

Su tramo final se divide por dos calles perpendiculares, la Calle José del Toro (antigua calle de la Verónica) y la calle Novena, muy conocida por sus locales comerciales que enriquecen la vida y los paseos en esta zona de la capital gaditana.

PLAZA DE SAN ANTONIO

Plaza de la Constitución

Núcleo civil y social... y muy histórico

La plaza de San Antonio o plaza de la Constitución, denominada así durante el siglo XIX, oficialmente se llama plaza José Antonio desde 1936, pero es un detalle desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Antiguamente, este espacio abierto era conocido como el campo de la Jara y de hecho estaba en las afueras de la ciudad. Allí se sitúa la ermita de San Antonio que con el tiempo se fue conformando en iglesia. Con mayores dimensiones que las actuales, la plaza albergaba en su zona más céntrica un pozo, de donde extraían el agua los gaditanos desde el siglo XVI. Con el paso del tiempo se fue convirtiendo en centro civil y religioso.

La actual iglesia de San Antonio ha sufrido diversas modificaciones. La fachada conserva la portada de un barroco tardío, de planta de salón, con una imagen del santo en mármol. Anteriormente esta iglesia sólo portaba una torre-campanario, que daba hacia la calle que lleva su nombre, es decir la calle de La Torre, llamada calle Linares y antes aún Pantejos.

En esta zona de la ciudad tuvieron lugar los famosos y tristes sucesos del 10 de marzo de 1820. Comenzando el trienio liberal tras el parón que instauró Fernando VII a su vuelta en 1812 (y que incluyó el orillamiento de la Constitución de La Pepa), las tropas del Ejército se lanzan a la calle, disparando contra aquellos ciudadanos que salían a celebrar la vuelta al orden constitucional de 1812 y en contra del Régimen Absolutista anterior. Pero el Ejército cargó contra la multitud que sólo esperaba una fiesta.

Se dice que hubo 80 muertos y 170 heridos. Finalmente, el 12 de marzo el General Valdés convoca a los regidores y manifiesta el restablecimiento de la Constitución de 1812 y el Juramento Real a la Constitución.

Durante los años cuarenta del siglo XX, en la plaza de San Antonio se solía instalar un cine público que duraba toda la temporada de verano. En el número 1 de la plaza se encontraba el Café Apolo, uno de los más lujosos de Cádiz y que se hizo famoso por fraguarse allí diversas conspiraciones, entre otras el Pronunciamiento. En el número 15, esquina a la calle Veedor se encuentra el Casino Gaditano y en la otra vivía el insigne escritor José María Pemán, que perdura hasta nuestros días como casa museo del ilustre gaditano.

PLAZA DE SAN JUAN DE DIOS

Plaza de Isabel II

Entre dos Arrabales

Su rotulación ha cambiado tanto como la política acaecida en España. En el siglo XVI se llamó Corredera de las Águilas, reduciéndose a Corredera. En 1644 se nombra como Plaza Real y posteriormente, San Juan de Dios y Misericordia.

Durante el siglo XIX fue el exponente de una forma de vida y escenario de acontecimientos muy importantes, tanto para la ciudad como para todo el país. La plaza se forma a causa de la extensión de los dos arrabales que constituían la villa gaditana, el de Santa María y el de Santiago.

En 1833, al proclamar a Isabel II Reina de España, se cambia el nombre de la plaza, hasta el destronamiento de la monarca, en 1868. Entonces pasó a llamarse plaza de Cantabria, en honor al regimiento militar que se sublevó contra la reina. En 1873 se le cambió por plaza de la República y en 1875, vuelve a retomar el nombre de Isabel II.

Pero la denominación predominante fue la de San Juan de Dios, a pesar de que en 1931 se volverá a denominar plaza de la República, otra vez por cuestiones políticas.

La plaza fue mercado en el siglo XVIII. Allí se instalaban barracones de madera que luego se sustituirían por puestos de mampostería. El presidente del Ayuntamiento de aquella época fue Fermín Salvochea y fue este alcalde, el llamado Cristo Anarquista, el que comenzó con las mejoras de la plaza, como el enlosado, candelabros y parterres.

Desde finales del siglo XVII hasta su posterior traslado a la alameda de la ciudad, estuvo colocada en la plaza una estatua de Hércules en el centro creándose un dicho popular que rezaba aquello de «eres mas feo que el figurón que está en el paseo».

El edificio más importante de dicha plaza se ubica allí desde el siglo XVI. En 1868 se desarrollaron luchas callejeras en Cádiz, proclamándose un cantón gaditano, principalmente en esta plaza, al exigir el Ejército a la milicia nacional la entrega de las armas. Los sublevados se encerraron en el Ayuntamiento, montando un cañón en el balcón principal. Los cantonalistas fueron disueltos y Fermín Salvochea fue encerrado en la cárcel. El pueblo gaditano recordó este acontecimiento como «el año de los tiros» o «los tiros de Diciembre».