VUELTA DE HOJA

Pie a tierra

Tengo entendido que los médicos recomiendan a todos sus efímeros clientes que anden. No sólo que anden, sino que anden mucho. Quien mueve las piernas mueve el corazón, pero hay que tener muy mal corazón para recomendarnos que movamos las piernas a quienes ya no nos mueve ni Dios para querer perpetuar nuestra estancia terrestre.

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Por otra parte, ellos no predican con el ejemplo: nunca veo por el Paseo Marítimo, enfrente de mi casa, a gente con bata blanca caminando.

Es cierto que los contemporáneos nos desplazamos poco, quizá porque no nos mueven más que nuestros propios intereses. En otras épocas no había más remedio que andar, pero ahora si nos preguntáramos eso de «pies, ¿para qué os quiero?», nuestra respuesta sería difícil. El caballero medieval se ha transformado en automovilista, con la ventaja de que no necesita escudero, ya que se ha constituido en su propio chófer. La actual crisis, que todavía no debemos calificar de asfixiante, puesto que aún no nos ahoga por mucho que apriete, va a modificar nuestros desplazamientos.

El golpe recibido por la economía española se ha acusado en el sector de la automoción, que ha perdido 1.800 empleos. El desplome de la venta de automóviles -Ford y General Motors han recortado sus plantillas- nos puede obligar a muchos a obedecer los consejos médicos. Quiere decirse que el golpe económico puede conseguir que vayamos al trabajo a golpe de calcetín.

La situación nos va a obligar a tener los pies en la tierra.

Pero si el español medio detesta algo es regresar a la maloliente condición de peatón. Podemos soportar cualquier cosa menos prescindir del coche, que hemos acordado que es un instrumento de trabajo y nos resulta imprescindible incluso en el caso de que hayamos perdido el trabajo. Se hace camino al sudar.