TRIUNFADORES. Los dos matadores que cortaron tres orejas cada uno, salen a hombros con la imponente silueta de la Plaza de Ronda al fondo. / SALVADOR SALAS
Toros

Manzanares y Perera triunfan en la Goyesca y salen por la puerta grande

Francisco Rivera Ordóñez, que pechó con el peor lote, regaló un sobrero para sacarse la espina pero sólo logró una benevolente oreja ante un toro imposible Las reses del hierro de Domingo Hernández dieron un juego desigual

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José María Manzanares y Miguel Ángel Perera rivalizaron en la Maestranza rondeña el duelo que vienen manteniendo toda la temporada en plazas españolas. La buena racha de ambos es una garantía de éxito y, aunque la Corrida Goyesca es sinónimo de triunfos y triunfalismos, Manzanares y Perera, cada uno en su estilo, demostraron que están enrachados, que han cogido un sitio en el ruedo y en el tendido, porque el público valoró lo que hicieron los dos diestros. La lástima es que Francisco Rivera Ordóñez no les acompañara en la triunfal tarde, pero es que el madrileño se llevó el peor lote del encierro, incluido el sobrero que regaló para quitarse la espina que tenía clavada al ver a sus dos compañeros de terna cómo triunfaban.

Los toros de Domingo Hernández estuvieron mejor presentados que los que envió a Málaga en esta pasada feria, aunque tuvieron un comportamiento desigual. Los mansos recordaron los que salieron por la puerta de chiqueros de La Malagueta.

Manzanares

Qué lujo ver torear a Manzanares. En su primero dejó unos buenos lances de recibo y dejó al toro sin picar por la falta de fuerzas. Inició la faena muleteril de forma muy torera para lograr una primera serie con la derecha muy templada. Hizo un cambio de mano excepcional. El toro fue espléndido y el alicantino realizó el trasteo en el centro del ruedo. Dejó una estocada tendida que fue letal y cortó un apéndice.

En el quinto toreó con mucho gusto a la verónica, meciendo los lances como si tuviera a un bebé en brazos. Consiguió serie con la pañosa a cámara lenta al tiempo que se regustaba en todo lo que hacía. Su toreo entusiasmó a la gente, que le jaleó una serie de circulares. Mató de pinchazo y estocada y recibió dos orejas de manos del alguacilillo. Incomprensiblemente, el presidente de la corrida, Manuel Baena, seguramente en un intento de primar el triunfalismo, ordenó que se le diera la vuelta al ruedo al toro cuando no la merecía.

Perera

Miguel Ángel Perera llegó a Ronda pisando el acelerador a tope. Al tercero le hizo un quite de frente por detrás en el que sufrió dos coladas por el pitón derecho. Brindó a la Ciudad del Tajo una faena llena de torería y valor. Empezó con cinco estatuarios sin inmutarse. El toro era mirón y eso puede descomponer a cualquier torero, menos a Perera, que lo llevó muy tapadito para no darle opciones al de Garcigrande. El extremeño se muestra muy seguro. Pisa con firmeza el albero y ese juego de muñeca acompasado le hace salir indenme de la cara del toro. Fue una faena de poderío, de valor sereno, ante un toro que era para desconfiar de él. Lo cazó de una estocada y el delirio llegó al público, que lo llamó "¿Torero, torero!». Dos orejas que le abrían la puerta grande.

La faena del sexto toro se la brindó Miguel Ángel Perera a José María Manzanares padre, que se encontraba presenciando la corrida desde el callejón. Salió al ruedo para recibir el brindis y la fuerte ovación de la gente, que recuerda aún sus buenas tardes en este bicentenario coso.

El toro no ayudó nada al lucimiento del torero. Embestía sin entregarse y con la cabeza alta. Parecía reservarse un peligro que no llegó a desarrollar. Perera no dudó nunca y asentó las zapatillas avalado por la gran confianza que tiene a sí mismo. Cortó una oreja tras matar de estocada.

Rivera Ordóñez se estará todavía acordando de la mano de Manolo Peña, uno de sus peones, que en el sorteo eligió el lote que le correspondió en mala suerte. No se puede tener peor fortuna. En el primero ejecutó unas templadísimas chicuelinas como nunca le habíamos visto. Pero al toro pareció que se lastimó la mano derecha y el diestro sólo pudo lograr algunos naturales sueltos. Sufrió una peligrosa colada y se fue por la espada para pasaportarlo de pinchazo, media y descabello.

En el cuarto, el de Domingo Hernández salía suelto de los lances y ya estaba avisando de lo que iba a dar de sí en el tercio final. Puso dos pares de banderillas con poder y uno tercero al violín. Rivera Ordóñez brindó a su apoderado, Manolo González, al que hizo salir al ruedo. Hay quien lo interpretó como un agradecimiento por su colaboración durante estos últimos años. Rivera Ordóñez empezó doblándose muy bien, pero el manso se refugió en tablas y cuando entraba a la muleta lo hacía con violencia. Acabó de pinchazo hondo y descabello.

Hay que reconocer que el hijo mayor de Paquirri saca a relucir de vez en cuando su casta innata, y como estaba picado por el triunfo de Manzanares y Perera, le dijo al presidente que iba a matar el sobrero, gesto que fue acogido con aplausos. Pero el hombre tampoco tuvo suerte, y eso que recibió al séptimo con una larga cambiada de rodillas en un alarde de demostración de amor propio.

El toro le puso en banderillas los pitones en el pecho a Joselito Gutiérrez, y eso no fue algo esporádico, porque luego, en la muleta, embestía de forma violenta y dando cabezazos. Un regalito de animal, vaya. El torero-empresario lo mató de media estocada y para que no se fuera de vacío pues una minoritaria parte del público pidió la oreja y Manuel Baena no tardó en concedérsela.