SOMOS DOSCIENTOS MIL

Viva lo moderno

Como han finalizado las vacaciones para casi todos nosotros, bueno será encarar estos meses con el mejor ánimo posible. Así que permítanme retomar estas líneas con una invitación formal y seria para que, acudiendo a determinado edificio oficial que inmediatamente desvelaré, puedan darse cuenta del país tan moderno en el que vivimos, tendencia que se ha trasladado a nuestra Comunidad Autónoma y, por ende, a todas y cada una de sus instituciones.

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Como conocen, desde hace algunos años, debido a la llamada autonomía, múltiples servicios se han trasladado desde la esfera nacional hasta la andaluza. Entre ellos, quizás el que por mi profesión me es más cercano, es la Justicia, cuyas instalaciones y personal dependen de la mismísima Junta de Andalucía. Gracias a ello tenemos Consejeros de Justicia en todas las Comunidades Autónomas, así como los correspondientes Delegados Provinciales y otros cientos de altos cargos que hasta hace algunos años simplemente no existían, pues cuando la Justicia era competencia estatal, nos conformábamos con su Ministro y los pertinentes Directores Provinciales.

Pero a lo que iba esta columna, invitación incluida, es al notable afán de todos y cada uno de los antedichos altos cargos por lograr que este servicio, la Justicia, se dote de las más altas dosis de modernidad. Si acuden ustedes a los juzgados jerezanos de la Avenida Tomás García Figueras -y esa es mi invitación-, observarán que cada trabajador posee su propio ordenador, gracias al cual es más fácil tramitar las cientos de causas que anualmente pasan por sus manos. Cada cierto número de ordenadores están conectados a una impresora de las más modernas que existen en el mercado, lo que permite a los trabajadores sacar adelante las miles de Providencias, Autos, Sentencias y demás modelos que utilizan. Pero el colmo de la sofisticación y de la modernidad ha llegado cuando hace unas semanas se instaló en el hall del edificio de los Juzgados -me niego a llamarlo Palacio de Justicia, sólo hay que verlo-, un televisor de plasma de ultimísima generación. En principio pensé que era un detalle de la administración para que los Guardias Civiles que custodian el edificio pudieran ver los pasados Juegos Olímpicos. Ello no ha sido así, pues al regreso de mis vacaciones el aparato continúa sin funcionar. Parece ser que cuando alguien lo conecte, esta pantalla posibilitará que quien acuda al edificio se oriente a través de él. La tele en cuestión algún día comenzará a escupir miles de imágenes con información y datos sobre ubicación de Juzgados, ocupación de salas de audiencia, procedimientos que se están desarrollando, y no sé cuantas cosas más.

Y, como siempre, aquí viene lo bueno: nuestra ínclita administración autonómica instala un plasma caro en un edificio que se halla al borde de la ruina. Un edificio cuyos trabajadores a menudo se quedan sin folios donde escribir o sin tóner para las carísimas impresoras. Por no haber, ni siquiera hay carteles que señalen donde están cada uno de los juzgados, carteles que los propios trabajadores han suplido a base de imaginación con folios que señalan que Juzgado hay en cada dependencia. No obstante, comprendan que plasma, aunque no funcione, por supuesto que tenemos en el hall.

Si casualmente, cuando usted espera para entrar a juicio o resolver determinado asunto le da un apretón, ni siquiera dispondrá de papel higiénico en los, ya de por si, cutres servicios de que está dotado el edificio. Ascensor, ni hablar. Escaleras mecánicas ¿qué son? Si usted es minusválido con movilidad reducida -en silla de ruedas para entendernos- deberá esperar en el hall a que alguien del Juzgado baje a hablar con usted. Incluso, dentro de la brillantez general del edificio, hace unas fechas se han trasladado las consultas de los médicos forenses -aquéllas a las que acuden quienes han sufrido un accidente o agresión- desde la planta baja a la primera planta del inmueble, por lo que cuanto lesionado se acerca por allí debe enfrentarse a la correspondiente escalera.

Entenderán que frente a tanto despropósito, instalar un plasma de última generación en el hall del edificio -que además lleva más de un mes y no funciona-, suena cuando menos a cachondeo. Podría pensar que algún político tiene plasma en casa gracias a la compra, pero eso es un acto de tan mala fe que aún no estoy dispuesto a firmar