Artículos

Un día para la historia

Gane o pierda la presidencia el 4 de noviembre, Barack Obama es el primer afroamericano, el notable y exitoso neologismo inventado hace años para no hablar de negros, que aspira a ser presidente por la designación del gran partido demócrata que así, sin pretenderlo en realidad, ejerce como partido progresista en los Estados Unidos.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Obama, senador novicio e inesperado ganador de las primarias, fue proclamado el jueves tras dos días de comparecencias y discursos que vieron, sobre todo y bajando al suelo prosaico de la política partidaria, a la potencia del matrimonio Clinton uncirse al carro de quien, según el slogan que acuñó Hillary, «es nuestro candidato y debe ser nuestro presidente».

Las horas que siguieron, incluso con la presencia en Denver del propio Obama, adelantada a lo previsto y en un gesto de deferencia con Hillary y Bill tal vez negociada y bien sopesada, solo fueron el pórtico de la traca final, el discurso de aceptación del candidato, la pieza clave con la que, en cierto modo, comienza la carrera final.

Una vez no son veces y no hubo filtraciones, pero todo auguraba una mezcla de principios y promesas de regeneración nacional con primeras alusiones programáticas que se dejan para lo que queda de campaña y que todo el mundo sabe que serán un rosario de argumentos desde el criterio central de «no a otros cuatro años de más de lo mismo».

Lo que resta, tras el mensaje de cambio y esperanza a cargo del impensable mozo mulato, es proceder con una victoria a la definitiva normalización social en el país en la dimensión racial y, más a ras de suelo, identificar al republicano John McCain con Bush, un presidente en caída libre y a quien los asesores de aquél mantienen cuidadosamente alejado del aspirante conservador.

Se ha escrito, y con razón, que los norteamericanos están ya dispuestos a aceptar a una mujer como presidenta y casi a un negro como presidente y esa ligera diferencia cuantitativa es el morbo del evento. Nunca sabremos si los estrategas de la campaña demócrata pusieron el discurso de ayer de Obama en el exacto cuadragésimo cuarto aniversario del discurso inmortal de Martin Luther King, el del «tuve un sueño» pero es cierto que un ramalazo de salud política y moral conmovió a los espectadores, unos ochenta mil, que vitorearon ayer a Obama en un estadio de Denver en un día para la historia.