Editorial

Repunte alarmante

El alarmante incremento de asesinatos machistas durante el mes de agosto impide considerar que la dura batalla contra el maltrato empieza a sentir el efecto de las medidas policiales, judiciales y educativas casi cuatro años después de la promulgación de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Pero tan frustrante constatación no debe restar un ápice de la confianza necesaria en que la persistencia en el camino emprendido es requisito imprescindible para alcanzar una meta cuya conquista plantea todavía importantes obstáculos sociales y educativos. Un ejemplo ilustrativo de las graves dificultades que el destierro de la violencia contra las mujeres debe afrontar aún en España lo simboliza el profesor Jesús Neira, víctima de una alevosa agresión cuando trataba de impedir un episodio de maltrato a plena luz del día. Porque el hecho de que en lugar de provocar un efecto disuasorio y de retraimiento en el agresor éste reaccionase con prepotente violencia, es una muestra de que los comportamientos machistas aún se consideran, en una parte importante de la sociedad, parte del paisaje cotidiano.

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Y aunque ejemplos como el del profesor ahora en coma animen a pensar que se está produciendo una lenta pero sostenida reacción todavía es obvio que esas actitudes no abundan y que los comportamientos machistas siguen siendo el caldo diario de cultivo de la desigualdad y el dominio masculino. El hecho de que un ínfimo porcentaje de las familias de las víctimas firmen las denuncias y que las víctimas soporten en silencio una media de diez años antes de revelar el maltrato indica que solo un serio compromiso ciudadano y una intensa implicación de la base social podrá acortar la distancia que nos separa todavía de erradicar la violencia de género.