VIEJOS CONOCIDOS. Obama y Biden bromean durante un acto político de agosto del año pasado. / REUTERS
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Barack se dota de experiencia

El candidato demócrata elige al veterano senador Joseph Biden como compañero en su intento final por alcanzar en las elecciones de noviembre la presidencia de Estados Unidos

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No hubo nada de innovador ni de arriesgado en la primera gran decisión que ha tenido que tomar el candidato demócrata Barack Obama al elegir a su pareja electoral. Joseph Biden, de 65 años, lleva más de la mitad de su vida en el Senado y, en cierto modo, será para el senador de Illinois lo que Dick Cheney para George W. Bush: un viejo tiburón que le ayudará a mover los hilos del Congreso, sólo que mucho más directo y liberal.

Ambos aparecieron juntos ayer en Springfield, la capital burocrática de Illinois donde Obama anunciase hace año y medio el comienzo de su viaje improbable para conquistar la Casa Blanca. A este hombre blanco sin pelos en la lengua que ocupa el penúltimo puesto del Senado en cuanto a fortuna personal le tocará arar la América rural y obrera que se resiste a quien él mismo ha llamado «el primer africanoamericano articulado, brillante, limpio y de buen parecer» que irrumpe en la política de Estados Unidos. De hecho, esta declaración tachada de racista, que hiciese el año pasado al diario New York Observer, fue el gran patinazo de su candidatura presidencial, que terminó tras los caucus de Iowa, donde quedó el quinto con menos de un 1% de los votos.

«Presentarse a presidente es maravilloso», había bromeado al desvelar que volvería a pelear por la Casa Blanca. «Todo el mundo debería intentarlo al menos dos veces en su vida». Su primera había pinchado en 1987, cuando se descubrió que había plagiado un discurso del político laborista británico Neil Kinnock.

La prensa, que perseguía ansiosamente la noticia, llegó hasta él por eliminación. Opciones tan apasionantes como Bill Richardson, un político campechano con raíces aztecas que gobierna Nuevo Mexico, con gran experiencia como negociador internacional, habían sido descartadas hace tiempo por razones tan obvias como crueles: impensable que Estados Unidos entregase la Casa Blanca a un negro y a un hispano.

La llamada papeleta de ensueño, con Hillary Clinton de segunda, tampoco llegó a la final. Eso se podía ver en la cara de la ex primera dama el viernes, ojerosa y despeinada, cuando habló extensamente ante las cámaras. Quienes conocían el secreto callaban. Y quienes hablaban eran los que no sabían nada. La meticulosa senadora nunca habría aparecido en televisión con ese aspecto descuidado si estuviera a punto de resurgir. Fuentes de la campaña de Obama han asegurado que jamás estuvo vetada, pero tampoco llegó hasta la lista de finalistas.

Quienes sí lo hicieron fueron la gobernadora de Kansas Kathleen Sebelius, el diputado de Texas Chet Edwards, el senador de Indiana Evan Bayh y el gobernador de Virginia Tim Kain, a los que el comité de selección compuesto por Caroline Kennedy, hija del presidente asesinado, y el abogado Eric Holder llegó a pedir su documentación fiscal y todo lo necesario para escrutar su pasado en busca de esqueletos que pudieran anularles. En sus estados respectivos ya se habían imprimido carteles electorales que añadían su nombre al de Obama.

En deferencia, el viernes se les anunció confidencialmente que no habían resultado elegidos, y a medida que se marchaban los camiones con las anteas parabólicas y las hordas de reporteros de la puerta de sus mansiones, crecía la expectación frente a la del senador de Delaware que se ha llevado el gato al agua.

Biden ha definido al candidato demócrata como «un joven brillante que supera a John McCain en todas las áreas excepto en aquella de la experiencia, donde la gente deduce por intuición que si tienes experiencia sabes más». Y ése es el lapsus que él viene a cubrir. Con sólo siete años menos que el septuagenario senador de Arizona que representa al Partido Republicano, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de Senado es un hombre muy versado en politica internacional que nunca confundiría suníes con chiíes como ha hecho McCain varias veces. Apenas el fin de semana pasado visitó Georgia donde se reunió con el presidente Mijaíl Saakashvili para oír de primera mano los detalles sobre el conflicto con Rusia, y ha estado encima de todas las cuestiones que palpitan en la escena internacional del , desde Pakistán a Darfur.

La campaña del republicano no ha tardado en explotar que se trata de una decisión basada en las debilidades del candidato. En la era de Internet, la campaña de McCain tardó poco más de una hora en responder a la noticia con un nuevo anuncio de televisión, que empieza así: «¿Qué dice el compañero de Barack Obama sobre Barack Obama?», pregunta la voz en off al comienzo de treinta segundos devastadores. Reponde el periodista de televisión George Stephanopoulos, leyendo durante uno de los debates declaraciones de Biden: «No está listo. Creo que un día lo estará, pero ahora mismo no creo que lo esté. La presidencia no es algo que se aprenda practicando en el puesto». Y mientras la cámara se centra en el rostro sombrío del candidato que escuchaba a su compañero del Senado criticar su falta de experiencia, el propio Biden se reafirma: «Sigo pensándolo, no me retracto». Pero hay más, el narrador sigue. «¿Y qué dice sobre John McCain? Me sentiría honrado de competir con él o contra él, este país estaría mejor con él», le cita.