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Hamilton estuvo a punto de no correr por un repentino ataque de fiebre

El primer signo de anormalidad llegó en el inmenso solar de la dársena del puerto de Valencia donde los pilotos aparcan los coches que las marcas les ceden para cada gran premio. Lewis Hamilton depositó el Mercedes en la estancia pasadas las diez y media de la mañana, con unos escasos treinta minutos por delante para enfundarse el mono, estirar el cuello y subirse al McLaren en la primera sesión de entrenamientos.

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El inglés llegó con el tiempo justo desde el hotel cinco estrellas para cumplir con la rutina sabatina de las once. Venía de una noche de perros: fiebre, dolores estomacales y un malestar tan estresante que por la sede de su equipo sobrevoló la idea de que Pedro Martínez de la Rosa lo sustituyera al volante por un fin de semana.

El líder del Mundial de Fórmula 1, atacado por un repentino virus valenciano. Hamilton no se sintió cómodo el jueves por la noche y en la mañana de ayer el termómetro detectó una fiebre alta que sembró el desconcierto en su equipo. «No estaba bien. Estaba enfermo con fiebre, pero se ha podido recuperar en breve espacio de tiempo para cumplir con su trabajo», declaró a Martin Whitmarsh, la mano derecha de Ron Dennis en la dirección de McLaren.

En esas circunstancias, Pedro Martínez de la Rosa soñó durante algunos minutos con la posibilidad de acceder de nuevo a un bólido de Fórmula 1. Pero parece que al final no será así. «Confío en que Lewis esté al menos al 90 por ciento para pelear hoy por la victoria», dijo Whitmarsh.