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El verano dispara las variaciones de precios entre las tiendas de alimentación de Cádiz

La misma botella de agua puede costar hasta cinco veces más, desde los 30 céntimos al euro y medio La comodidad de las gasolineras y pequeñas tiendas supone un sobrecoste en la factura del doble del precio

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«Pues no sé dónde lo voy a comprar». Alfonso (nombre ficticio) apenas termina de lamentarse cuando su mujer ya ha colgado. Son las once de la noche, él acaba de salir del trabajo y en casa falta agua mineral, refrescos, patatas fritas, cerveza, leche, atún en conserva y pan. «Mañana no abren los supermercados», le ha advertido su esposa. Y Alfonso piensa que lo mejor será ir a una gasolinera y salir del paso.

La comodidad, la imprevisión o la simple falta de opciones le costarán un dinero extra a la familia de Alfonso. En concreto, le costará el doble de lo normal. Para una cesta formada por tres botellas de litro y medio de agua, seis latas de refresco, un paquete de patatas, un litro de cerveza, un cartón de leche, un paquete de tres unidades de atún y una barra de pan la variación de precio entre la pequeña tienda de una estación de servicio y un supermercado de una conocida cadena es de un 100%: de 18,05 a 9,02 euros.

Eso, en el caso de que Alfonso haya escogido una gasolinera como último recurso. También puede pasar que nuestro protagonista y su familia no sean de Cádiz y estén pasando sus vacaciones en la costa gaditana. Y que el día de playa se les haya alargado, sean las diez de la noche y sólo quede abierta la tienda del paseo que abre hasta medianoche. En ese caso, la factura final más que duplicará de nuevo el coste de la compra tipo y será similar al de una estación de servicio. Al final, y para idéntico encargo de productos, la familia se dejará cerca de 19 euros.

«La comodidad se paga caro», sentencia Jesús Yesa Herrera, portavoz de la Asociación de Consumidores y Usuarios de la provincia de Cádiz (Facua). «Está claro que un súper o un híper siempre serán mucho más económicos que un ultramarinos a pie de playa que aprovecha el turismo, pero también hay que tener en cuenta que el cliente paga un valor añadido cuando, por ejemplo, compra una botella fría a unos metros de la arena en vez de ir al centro comercial, cargar con las cajas, meterlas en el frigorífico y luego llevarlas a la playa», explica, destacando el papel que juegan en el mercado de la alimentación las llamadas tiendas de conveniencia (abiertas en festivos y en horarios más amplios) y las gasolineras.

Es la misma diferencia que el usuario siempre ha otorgado a los ultramarinos de toda la vida frente a los grandes supermercados cuando éstos empezaron a proliferar. La disparidad de precios se asume como una cuestión «de comodidad y no hay que entenderla de otra forma».

El peso del agua

¿Y dónde se encarece especialmente el precio final? Hay productos cuyas elevadas variaciones entre un establecimiento y otro están estrechamente vinculadas a la época. Es el caso de la botella de agua mineral. Su valor en botella de litro y medio ronda los 30 céntimos (dependiendo de las marcas puede llegar a los 0,40) por unidad en un supermercado de firma o hipermercado. Si se adquiere junto al repostaje del coche el coste ya se triplica de salida, dado que lo más barato que se encuentra en un surtidor de carburantes es a 0,90 euros, siendo lo habitual que supere el euro y se cobre a 1,10 o 1,20.

Pero esa simple botella todavía puede comprarse aún a mayor precio. Es el caso de los locales que amplían sus horarios en las zonas turísticas y que ofrecen desde la prensa al pan, pasando por los refrescos y los aperitivos. En estos comercios, el agua se compra a un euro y medio, cinco veces por encima de lo que costaría en el establecimiento más económico. Llama la atención, en lo que respecta al agua, que pueda ser igual de costosa en un local dedicado a la venta de productos alimenticios que en un quiosco en la misma línea de arena.

Ese 400% de diferencia en el agua no se repite en otros productos básicos. En el resto, el escalón más común ronda el 100%, es decir, el doble para una adquisición similar.

El margen del alcohol

Eso ocurre, por ejemplo, con los botes de 33 centilitros de refresco, cuyo precio anda por los 0,45 euros en la estantería de menor coste, pero que en gasolineras y tiendas de conveniencia se va al euro con facilidad, un 110% más. O la barra de pan: en las grandes superficies cuesta 40 céntimos; en las demás, no baja de los 90 y se sitúa con asiduidad en el euro, con lo que sumaría un 150% más.

Y así en el resto de alimentos habituales de las compras de última hora. En éstos no se repite el supuesto del agua porque parten de precios más elevados, pero una botella de aceite de oliva es un 96% más cara en la tienda de la playa y la leche se va al 81% de variación.

Aunque si hay un sector donde los márgenes se estiran es en todo lo relacionado con el alcohol. Partiendo de que Alfonso nunca podría comprar cerveza más allá de las diez de la noche en ningún lugar, el precio del litro de una marca determinada puede doblarse con facilidad dependiendo de dónde se vaya a comprar. Peor, por lo que significa en términos absolutos, es la adquisición de una botella de alta graduación. Un whisky, ron o ginebra de la considerada clase media cuesta 11 euros en súper e híper. Si se recurre a cualquiera de las otras opciones, el coste alcanza los 20 euros.

amedina@lavozdigital.es