CELEBRACIÓN. Seguidores del ex primer ministro Sharif, derrocado por Musharraf, celebran la dimisión del ex general. / AFP
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Musharraf claudica ante el Gobierno

El presidente paquistaní dimite para evitar ser destituido por un Ejecutivo adverso

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Pervez Musharraf se ha aferrado al poder el máximo tiempo posible. Ni la galopante crisis económica que vive Pakistán ni la insurgencia islamista en alza llevaron al presidente paquistaní a reconsiderar su posición y plantear una retirada a tiempo. Pero le llegó la hora. Tras nueve años en el cargo y tras un último periodo en picado, Musharraf presentó ayer su dimisión para no tener que hacer frente al proceso de destitución presentado contra él y que tenía todos los visos de prosperar hoy en una votación parlamentaria.

Sus adversarios han conseguido quitarle el uniforme. Los herederos políticos de Benazir Bhutto, la ex primera ministra asesinada en diciembre, y el ex primer ministro Nawaz Sharif, el hombre al que Musharraf echó del poder en 1999, han conseguido que diga 'adiós' uno de los aliados claves de Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo.

Ni las presiones, ni siquiera el aislamiento político al que se enfrentaba en los últimos ocho meses habían conseguido que el presidente de Pakistán titubeara. Durante meses maniobraba para perpetuar su control sobre el país, pese a que se encontraba en las horas más bajas desde que accediera al poder por la fuerza militar para derribar al Gobierno de Sharif. Pero éste regresó de su exilio y al frente de la Liga Musulmana-N y el Partido Popular de Pakistán (PPP), que levantó Bhutto y ahora lidera su viudo, Asif Zardari, acordaron hace diez días iniciar un proceso para retirarle del poder.

El plan salió adelante y la semana pasada, varios parlamentarios dieron su visto bueno a este procedimiento, y la decisión de la Asamblea Nacional, controlada por ambos partidos, se dará a conocer hoy con la inevitable salida del ex general. Los partidarios de Musharraf no podían hacer nada para impedirlo. Su fin estaba más que sentenciado por lo que el anuncio de su renuncia no ha hecho más que evitarle un bochorno.

La reacción

Con cara sombría, el jefe de Estado cedió a las presiones. «Después de haber considerado la situación y consultado a diversos consejeros en derecho y aliados políticos, según sus consejos, he decidido dimitir». Así Musharraf levantaba el silencio que había guardado mientras el proceso contra él iba tomando cuerpo. La justificación de su caída la ha orientado hacia el «interés de la nación». «Enviaré hoy mismo mi dimisión al presidente de la Asamblea Nacional», prosiguió afligido.

El país vive una nueva etapa caótica y de crisis, que encarrila de momento el presidente del Senado, Mohamadmian Sumro, que ha relevado a Musharraf hasta la celebración de nuevas elecciones previstas, según la Constitución, en un plazo no superior a dos meses.

Su marcha no ha estado exenta de polémica y ha acusado a los partidos de la coalición gubernamental, el PPP y la Liga-N, de preparar «acusaciones falsas» contra él. En su defensa, el ex mandatario afirmó que siempre ha actuado «de buena fe» haciendo frente a las dificultades de Pakistán. Pero, «desgraciadamente, ciertas personas, con intereses personales han engañado al pueblo». «No se sostienen esas acusaciones preparadas por el Gobierno de que he violado la Constitución», añadió el general en su alocución.

Su discurso estuvo disfrazado de buenas intenciones, como que con su abandono ha querido evitar que se agravase el conflicto institucional y que el Ejército tuviera que intervenir de nuevo.

Pero lo cierto es que desde el año pasado, el líder del único país musulmán poseedor de una bomba atómica, comenzó la cuesta abajo.