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Sola y de noche en el velódromo

Lo bueno del velódromo de Anoeta es que cierra tarde, a las diez de la noche. Da tiempo a ir a clase, trabajar un rato en el Palacio de Hielo y aprovechar la hora de la cena para ir a entrenarse. Los focos esquivan la noche. En España, los campeonatos de pista reúnen a unas treinta participantes. Y muchas vienen por un día de la ruta. Están de paso. De hecho, sólo media docena de corredoras tienen tablas en Europa. Con sólo eso, la selección logró ayer una medalla de bronce. Un milagro. Leire Olaberria se entrenó de noche. Empezó con una bici prestada. No tiene ayuda de la Diputación de Guipúzcoa porque corre en un equipo vizcaíno (Cepsa-Euskadi, patrocinado por el Gobierno vasco), ni sabe nada de las becas ADO, las del Consejo Superior de Deportes. Para acceder a esa vía de ingresos hay que tener un currículo acreditado. Y la deportista guipuzcoana, pese a sus 31 años, es reciente. Así ha llegado al podio: sola y de noche en el velódromo. Anoeta también tiene una pista de atletismo. El vivero de los sueños infantiles de Olaberria. Suyo es aún el récord de Guipúzcoa de 100 metros: 11 segundos y 86 centésimas. Lo fijó a los 16 años. Y estuvo con la selección española en un campeonato de Europa junior. Repetía títulos entre los 100 y los 300 metros. Un resorte. Piernas potentes. «Pero se crearon muchas expectativas. Se me puso el listón muy alto», recuerda. Y se agobió. El sobrepeso y las lesiones añadieron carga. El deporte dejó de ser competitivo y se convirtió en un pasatiempo. A disfrutar. A estudiar y trabajar. A enseñar a los niños a patinar.

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«Disfruto mucho viendo pruebas de atletismo, pero no lo echo de menos». Ahora es ciclista, tardía, pero con ilusión adolescente. Nueva. De horario nocturno en Anoeta. Un dorsal más en carreras de ruta para juveniles, rodeada de chicos. Sola. La creación del equipo Cepsa-Euskadi, una excepción en el desierto de la pista, le abrió la ventana de los velódromos del mundo. Ingresó en la Copa del Mundo. Afiló codos con las mejores. A los pocos meses de subirse a la bici, ya era campeona de Guipúzcoa. Luego de Euskadi y de España. Así hasta el cuarto puesto en el último Mundial. Vertiginoso. Aprovecha su velocidad innata, la de los cien metros en la pista, y la traslada a cien vueltas de velódromo. Las dos instalaciones centrales de Anoeta. El atletismo se había convertido para ella en un cerco. Giros siempre en torno a lo mismo. Ahogo. Hasta que huyó en bicicleta. Por casualidad. Y por voluntad propia. Gracias a que el velódromo echa la persiana tan tarde.