JULI. Consiguió una oreja ante un cuarto de muy buen fondo. / EFE
Toros

Otra vez un Juli sobresaliente salva la tarde en San Sebastián

Triunfa con un cuarto toro de Victoriano del Río Perera también firma una faena llamativa, firme y segura

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Abrió un toro terciadito, sacudido y ligero. El Juli se lo sacó hasta la boca de riego con seis lances a pies juntos rematados con media jacarandosa. A pies juntos también. No iba a volverse a ver torear de capa, salvo en lances de mera brega, hasta la segunda salida de El Juli. Aunque el cuarto de corrida, de poderosísimo cuello y soberbia alzada, echó las manos por delante, El Juli le sacó los brazos y, después de cuatro lances de tanteó, dibujó con primor tres verónicas de corto vuelo y mucho ajuste. Como pétalos.

Lo que iba ser una media de remate devino de pronto en una chicuelina muy envuelta, en cuya solución El Juli dibujó una larga que dejó al toro servido y cumplido. No hubo más fantasías ni más detalles con el capote en toda la corrida. Pero sí un quite providencial del propio Juli a Juan José Trujillo, ese banderillero tan bueno de la cuadrilla de Manzanares. Ya banderilleado, el quinto, de rara conducta, pegó a Trujillo una especie de arreón a contraquerencia o haría hilo con él. Al arrear o rehilar ganó velocidad, a Trujillo no le daba ya tiempo a ganar la tronera y soltó el capote. Cuando parecía inevitable la cogida, salió El Juli de un burladero y cortó al toro. No le pegaron, por cierto, ni una palma. Y eso que acababa de firmar con el cuarto de la tarde una preciosa faena. De su firma la faena: rigor, gobierno, ligazón, encaje, soltura, temple, fantasía, sitio, tensión, alegría. Fue el toro de cuello como de oso. Levantadísimo. 590 kilos. No tanta cara como cuerpo.

Brindis al público

Astigordo, algo abrochado. Pese al volumen, cupo en los engaños. Lo picó muy bien Diego Ortiz: sangró el toro en la primera vara. La segunda fue un rasponazo. Al público brindó El Juli. No sin sorpresa: el toro se había venido con la cara por las nubes al capote de brega de Escobar y no dejó meter los palos ni ganar la cara a Carretero en banderillas. Al quinto muletazo ya estaba El Juli en los medios. Y el toro, catado y tenido en la mano. Una tanda de tres con la diestra muy despaciosos y el de remate. No descolgaba, pero venía el toro. Una de sus virtudes fue la prontitud. Otra, la nobleza. Otra, el motor engrasado o la fijeza. El Juli cambio de muleta en un plis plas. Le llevaron la nueva a la segunda raya.