CELEBRACIÓN. El tirador se abraza con su esposa. / EFE
JOSÉ LUIS ABAJO

«Ya soy inmortal» Por una espada en el buzón

Un folleto publicitario le impulsó a la esgrima, el deporte de un joven «sin miedo»

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Habla con un leve acento cheli. Desparpajo. No parece tímido. Y es alto, más de 1,90 metros. De buen brazo para alargar la espada. Y habla de su combate con el húngaro Boczko como si hubiera sido de película. Con intriga hasta el final. Al héroe siempre la va mal al principio. «Lo pasé mal en el primer asalto, ante el coreano. No me van los coreanos. Pero pasé y empecé a disfrutar». A tirar, como dicen ellos. Hasta la estocada final a Boczko. En el último segundo. De película.

-Como un guión de cine.

-Ha sido increíble. Me acaban de decir que es la medalla cien del olimpismo español. Estoy encantado. Y sobre todo porque es la primera en esgrima. Llevábamos mucho tiempo tras esto. Nos lo hemos currado. La Federación, los maestros, los monitores, los clubes... He tenido la suerte de ser el primero. Y estoy seguro de que esto va a animar a mis compañeros, que tienen tanta o más calidad que yo. Conseguirán más medallas.

-Llevaban tiempo buscándolas.

-Desde siempre. Teníamos diplomas y medallas de todos los colores en los Mundiales y los campeonatos de Europa. España tiene un equipo muy fuerte. Disfruta de un gran ciclo. Y teníamos que lograr una medalla como fuera.

-Ya está. Antes de competir dijo que si lograba un metal sería eterno.

-Así es. Ya soy inmortal. Siempre estaré en los libros del Olimpismo español como medallista en Pekín. Una medalla te hace inmortal. Y es la cien.

-Su rival era duro, uno de los grandes de la espada.

-Sí. Me tenía cogida la medida. No le había conseguido ganar nunca. Siempre me daba candela. Por eso, he decidido esperarle, que viniera a mi terreno. Me lo he jugado a un 'tocado'. Yo tenía la prioridad -el empate le daba la medalla al español-. Y ha tenido que venir a por mí. He tenido la suerte al final. Creo que lo merecía.

-Su rival era húngaro, como muchos de los entrenadores que hay en España. ¿Le motivaba eso?

-No. No ha tenido nada que ver. Tenemos una escuela de origen húngaro. Pero yo llevo con mi maestro, Ángel Fernández, desde hace 18 años. De toda la vida. Llegamos juntos al equipo nacional. Él me ha educado hasta aquí.

-¿Cómo fue el minuto final en la lucha por el bronce, ante el húngaro Boczko?

-Él presiona mucho, pero no se moja. Varias veces ya me había dado en el morro. Le conozco bien. He dejado que pasara el tiempo. El empate me daba la medalla. Al final ha venido a por mí y le he tocado. No sé ni cómo. Con determinación.

-¿Tiene antecedentes familiares en este deporte?

-Sí, mi padre hacía esgrima. Practicaba pentatlón aeronáutico. Era militar, del Ejercito del Aire.

-Vivió entre espadas desde pequeño.

-Empecé con 12 años. Y 18 después he llegado aquí.

-¿Tarde?

-No. En el momento justo. Llevo ya un par de años compitiendo muy bien. La mejor edad de un tirador es entre los 27 y los 33. Tienes experiencia, el físico te aguanta. Y sabes mantener la cabeza fría. Eso cuenta mucho en el esgrima. Si eres un 'crack' como Tagliariol, todo es más fácil; pero yo me lo he tenido que currar.

-¿Qué tipo de tirador es usted?

-Un poco bruto, agresivo, bastante rápido de manos. Y eso a veces me perjudica. Por eso he llegado hasta aquí. Con esa agresividad cubro alguna de mis carencias. A su abuelo, José Luis Abajo le debe el mote: 'Pirri', por un tal 'Pirracas', personaje del tebeo. De su padre, militar fallecido cuando el ahora bronce olímpico sólo tenía once años, le viene el gusto por las espadas. Era practicante de pentatlón aeronáutico, una modalidad que incluye la esgrima. Pero fue su madre la que le empujó. El destino estaba impreso en un folleto publicitario, buzoneado por un club de esgrima de Vallermoso, en Madrid. La pregunta: «¿Por qué no probáis». Abajo tenía 12 años. «Estaba harto de la piscina, de nadar». Descubrió la espada. Y a Ángel Fernández, su monitor desde el primer día. «Enseguida le vi. Era luchador. Demasiado agresivo. Había que aplacarle». Notó algo en aquel alumno: «Era especial. Coordinaba bien los movimientos. Y era un ganador. Sólo había que enseñarle algo de humildad. Nobleza le sobra». Jerga de caballeros, de espadas. «José Luis no tiene miedo». Por eso le dio un arma. La espada. Tenía un campeón convencido. Se notó ayer cuando Abajo habló ante el prensa. La pregunta tópica: «¿Te crees ya lo que has conseguido?». La respuesta inusual: «Claro que me lo creo». Hablaba de cara. Como es la esgrima. Pronto empezó a ganar. «Eso me molaba». Le ha 'molado' siempre: es el número cuatro en el ránking mundial; ha sido campeón de España en todas categorías, tanto individual como por equipos; ha disputado más de 20 finales en la Copa del Mundo; fue plata y bronce en los dos últimos Juegos del Mediterráneo; subcampeón de Europa en 2000 y mundial en 2006. De ese último logro data su peor día: perdió el oro ante el francés Jeannet -plata ayer-. Fue también en el último segundo. Con otro 'tocado' a vida o muerte. «Tendré clavada siempre esa espina», reconoce Abajo, estudiante de Administración de Empresas. La esgrima es en buena parte mental. Concentración, intuición. Y horas de estudio, de vídeo. Puliendo defectos. Descubriendo los fallos del rival. Cuando Abajo se pone la careta se quita la máscara. Lucha como es. Al descubierto. Gallo. Y perfeccionista. «Cuando salgo a competir, voy a por todas». Hasta el bronce de Pekín. «Hace muchos años, Fernando de la Peña, uno de los mejores tiradores de España y mi preparador físico, me dijo: 'para conseguir pequeños logros hay que comer antes mucha mierda'». Por eso vino a Pekín espada en mano. «A mí no me vale eso de lo importante es participar. Hay opciones reales de medalla y quiero una. Espero que haya un final mágico», avisó antes de aterrizar en Pekín.