EL HUNDIMIENTO. Imagen del barco el 12 de agosto de 2007, cuando se hundió. / LA VOZ
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'New Flame': un año después, el dinosaurio seguía allí

El hundimiento del chatarrero frente a las costas de Algeciras que se convirtió en conflicto diplomático con Gibraltar cumple doce meses El Gobierno del Peñón se hizo cargo de un rescate que aún dura

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Hasta la pasada semana, la chimenea del chatarrero New Flame se mantenía erguida sobre las olas, convirtiéndose en uno más de los muchos hitos del horizonte del Estrecho que los turistas podían apreciar desde el mirador de Punta de Europa.

A mediados de la semana pasada, sin embargo, éste último apéndice desapareció de la superficie del mar. No se hundió, sino que fue retirado al fin por la grúa Taklif 6, propiedad de la empresa británica Titan Salvage, y contratada por el Gobierno gribraltareño para sacar del agua lo que queda del barco. Una semana antes, la grúa retiró la sala de máquinas del chatarrero, una de las partes más contaminantes por los restos de fuel de la quinaria.

Son los que parecen los últimos trabajos de extracción del barco, ahora que se cumple un año del choque al sur de Gibraltar de este chatarrero (de bandera panameña y construido en 1994) y el buque petrolero Torm Gertrud. El segundo pudo ser remolcado por Salvamento Marítimo hasta el puerto de Algeciras, pero el primero quedó semihundido, apoyado sobre el fondo del mar a 27 metros de profundidad.

Doce meses después, quedan aún al menos 20.000 toneladas de chatarra bajo el mar: 10.000 de ellas forman parte de la mercancía que transportaba el barco, que resulta ya imposible o difícil de extraer por sí sola. El resto forma parte del propio barco, que pesaba en torno a los 25.000 toneladas.

Ecología y política

El hundimiento del New Flame quizá no haya sido la mayor catástrofe ecológica que ha sufrido la castigada Bahía de Algeciras si se compara, por ejemplo, con otros incidentes y derrames de combustible, ocurridos también ese año, como el que sufrió el petrolero Sierra Nava a comienzos del 2007. En aquella ocasión fue necesario retirar más de 2.500 toneladas de chapapote de cuatro kilómetros de las playas de Algeciras.

Sin embargo, el accidente ha terminado por ser, sobre todo, un desastre político, y ha dejado tras de sí una turbia resaca diplomática y económica. El barco se convirtió en moneda de cambio y negociación en el delicado equilibrio diplomático entre Gibraltar y el Gobierno español, al que hay que sumar las diversas denuncias interpuestas por la Junta de Andalucía y los ayuntamientos de Algeciras y La Línea al gobierno gibraltareño por daños y perjuicios. El New Flame, además de ser un problema ecológico se ha convertido en un conflicto de soberanía entre países, que recuperaron las viejas rencillas a la hora de averiguar si el chatarrero encallado era responsabilidad de España o de Gibraltar. Es decir, renación el debate sobre la soberanía de las aguas que circundan el Peñón. El Gobierno gibraltareño, alegando que el barco se encontraba en aguas de su competencia, se hizo finalmente «responsable» de las labores de rescate y renunció a recibir las ayudas del Gobierno español y de la Junta de Andalucía, a pesar de que cuenta con menos recursos para hacerse cargo de ello.

El rescate se ha paralizado, de hecho, en diferentes ocasiones y los planes de reflote han sufrido numerosos cambios. Los temporales de principios de año complicaron aún más el reflote y provocó hasta seis vertidos de fuel, que despertaron de nuevo conflictos diplomáticos. España exigió responsabilidades a Gibraltar y tanto la Junta de Andalucía como el Ayuntamiento de Algeciras y los pescadores de la zona anunciaron denuncias contra la Administración de la colonia.

La crisis causada llevó a ambos Gobiernos -el español y el británico- a negociar la creación de una figura especial para el Estrecho: oficiales de enlace, que vendrían a mejorar y coordinar las labores portuarias de los puertos de Algeciras y Gibraltar, y evitaría nuevos choques como el del New Flame. Sin embargo, esta figura aún no se ha puesto en marcha.

Ahora, tras un año de continuas polémicas, la grúa Taklif 6 parece ser la única solución a todos los problemas que se ocultan bajo el agua. El brazo mecánico comenzó a funcionar el pasado lunes, aunque había llegado a la Bahía de Algeciras dos semanas antes. Trabaja conjuntamente con la plataforma Bigfoot 1, desde la que se han reanudado las tareas de desguace del barco, troceado para hacer más fácil su transporte.

Los trabajos de esta grúa podrían ser los últimos, después de que en la recuperación del pecio hayan intervenido casi una decena de buques especializados. «Muchos han hecho negocio con el New Flame», denuncian los ecologistas. Estos días ha sido rescatada la sala de máquinas. Después, se retiró la chimenea. La proa del barco requerirá mayor esfuerzo, ya que se hundió en un escalón del fondo hasta los 42 metros.

Sin embargo, la polémica no sólo se encuentra bajo el mar: la chatarra más controvertida del barco resulta ahora ser la extraída hace meses, de la cual se llegó a sospechar que pudiera ser radiactiva o altamente contaminante. Los restos (más de 10.000 toneladas) fueron objeto de la enésima polémica del caso cuando se intentó sacar de Gibraltar por una empresa que no contaba con los permisos necesarios. Para evitar nuevos problemas, el resto de materiales fueron enviados en barco desde el puerto gibraltareño hasta el de Lisboa.

Ahora, estos mismos están siendo trasladados de nuevo a España, posiblemente a Badajoz, a ser tratados en plantas especializadas de gestión de residuos. En un comunicado reciente, el Ministerio de Exteriores especificaba que el traslado de esta carga desde Portugal está siendo debidamente controlada para que «se haga conforme a la legislación».

mgarcia@lavozdigital.es