DECLARACIÓN. Los detenidos llegaron al juzgado custodiados por la Guardia Civil. / A. VÁZQUEZ
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Las defensas del 'caso Ávila' buscan argumentos para reducir las penas

Todos los implicados han cargado las culpas en Rodríguez Pueyo, el primer detenido, que ya asumió la autoría tras prestar declaración el pasado jueves

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El secuestro de Rafael Ávila, tras el trabajo policial que puso fin a 16 días de cautiverio del empresario en una finca de Almonte, se está dilucidando en el juzgado de Instrucción número 4 de Sanlúcar. El tribunal ya ha recibido todas las actuaciones repartidas por los partidos judiciales donde se practicaron las nueve detenciones.

Entre el jueves y el viernes pasado prestaron declaración siete de los implicados (también estaba prevista la del empresario Manuel Ibáñez, pero la renuncia de su letrado comunicada vía fax al juzgado provocó la suspensión de su testimonio hasta que vuelva a personarse un letrado en la causa). Después de la improvisación de los primeras declaraciones efectuadas nada más producirse los arrestos, las estrategias de las defensas comienzan a vislumbrarse: todos los implicados, a excepción del supuesto ideólogo, Luis Miguel Rodríguez Pueyo, descargan las culpas en el conocido estafador y condenado por corrupción de menores en el caso Arny, mientras que éste, con escaso margen de maniobra para buscarse una vía exculpatoria, señala a terceras personas que le obligaron a ejecutar el secuestro de mayor duración que se ha producido en suelo español por razones no terroristas.

Pero Rodríguez Pueyo tiene una preocupación añadida y es desvincular por completo a su familia, en especial a sus supuestos sobrinos, Luis Antonio y Miguel Rodríguez Souza, cuya relación con la persona a la que nombran «tío» fue desvelada por La Voz recientemente. El estafador no es su tío, sino su padre. Un engaño más en una historia de falsedades protagonizadas el embaucador.

El padre y el amigo

Luis Miguel Rodríguez Pueyo fue detenido en Sevilla en compañía de Manuel Ibáñez. Estos individuos, amigos y compañeros de negocios, ya compartieron titulares en la época del caso Arny, que se resolvió de manera dispar para los dos. Ibáñez fue absuelto, mientras que Pueyo fue condenado a un año de prisión. Y el secuestro de Ávila Tirado los ha llevado a vivir entre rejas en el mismo centro penitenciario de Puerto III, el cual puede tener un desenlace judicial también diferente para los dos.

Las pruebas recabadas hasta ahora y los testimonios aportados por los implicados colocan a Pueyo en el epicentro del rapto, como ideólogo y persona que daba todas las órdenes con el fin de dar un golpe que le reportara mucho dinero. Sin embargo, la única persona que relacionaba directamente a Ibáñez con lo que estaba ocurriendo en la finca de Almonte fue Raúl Brey, el primo de Rajoy, quien lo situaba en una reunión acaecida en el chalé donde estaba maniatado el empresario. Sin embargo, el jueves no quiso acusarlo y aunque se reafirmó en que lo vio muy nervioso cuando coincidió con él en la finca, dijo que no creía que estuviera al tanto del plan. Ibáñez, quien no ha declarado aún en los juzgados sanluqueños, ha negado incluso haber estado en la que fue la prisión de Rafael Ávila.

El primo y el amante

Raúl Brey llegó a acaparar más interés mediático que el propio Pueyo por ser primo del presidente del PP, Mariano Rajoy. Tiene dos pruebas en su contra, a las que su defensa intenta restarle importancia o, al menos, darle otra explicación que le aleje de circunstancias agravantes que pueden endurecer una condena como la pertenencia a una asociación ilícita o haber maltratado a la víctima. Brey fue apresado en el chalé junto a José Antonio Giles cuando los agentes ejecutaron la operación de rescate y la finca es propiedad suya. Sin embargo, él asegura que le prestó la casa a su amigo Pueyo sin saber qué utilidad le daba y al descubrir el secuestro guardó silencio por miedo.

La declaración de Giles del pasado jueves aportó detalles que reafirman las relaciones íntimas que ligaban entre si a algunos de los implicados que no se ciñen precisamente al perfil de una banda profesional. Pueyo tiró de viejos conocidos, y como ya sospechara la Policía durante la investigación, algunos de los imputados podrían ni siquiera estar al tanto del verdadero plan que urdía el estafador, aunque lo ayudaran a ello. Giles Rodríguez no puede apelar al desconocimiento porque fue detenido mientras custodiaba a Ávila Tirado. En lo que se escuda es en la toxicomanía -si queda acreditado puede servirle de atenuante- y en que accedió al trabajo que le encargó Pueyo a cambio de drogas. Y aseguró que puso como condición para ejercer de carcelero que la víctima fuera tratada dignamente. Algo que la propia Policía comprobó luego que no era cierto por las deplorables condiciones en las que encontraron al empresario.

Giles reconoció ser amante de Brey y haber sido requerido por Pueyo, al que conoce cuando el pub Arny estaba en funcionamiento, para favores sexuales a cambio de dinero.

stubio@lavozdigital.es