VUELTA DE HOJA

El regreso

Los que vinieron aquí para buscarse la vida que no encontraban por ninguna parte en los países donde nacieron están volviéndose.

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Tampoco es fácil encontrarla en España y emprenden el obligatorio camino de vuelta, que oficialmente se llama retorno voluntario.

También para ese viaje hacen falta alforjas. Sus requisitos son tener una permanencia en nuestra nación no inferior a seis meses y encontrarse en situación de carencia y vulnerabilidad social. El segundo de ellos es muy fácil de cumplir. Tan fácil que sólo la Organización Internacional de las Migraciones tiene ya 1.800 peticiones para hacer esa melancólica excursión.

No hay que preguntarse si ha bajado de nivel nuestro sentido de la hospitalidad. Lo que ha descendido bruscamente es nuestro nivel de vida. «Los huéspedes y la pesca, al tercer día apestan», dice uno de nuestros sórdidos refranes, pero si el olor que expanden tiene el inconfundible aroma del desempleo, su ausencia se hace más deseable. Quizá no es que seamos más egoístas y lo que nos ocurra es que somos más pobres. Es muy difícil repartir equitativamente lo que no se tiene y entre esas carencias está el trabajo. Antes había de sobra, para dar y escoger. Su abundancia hacía que los nativos escogiéramos las tareas más llevaderas y reserváramos para los inmigrantes, con ejemplar cortesía, las que requieren una gran flexibilidad de la columna vertebral.

Lo peor no es volver, como en el tango, con la frente marchita.

Lo peor es volver con el bolsillo vacío y el presupuesto para el programa de retorno está completamente agotado. No es que falte dinero: es que sobran inmigrantes. La Seguridad Social los echará de menos y, como dicen que viajar ilustra mucho, ellos habrán aprendido a elegir mejor sus países de acogida.