INMUTABLE. Cristina Fernández eludió las preguntas durante la primera rueda de prensa de la era de los Kirchner. / REUTERS
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Cristina Fernández desafía a Argentina

La presidenta es acusada de «soberbia» y de «falta de autocrítica» tras ratificar, en su primera comparecencia ante la prensa, todas las decisiones adoptadas en sus ocho meses de gobierno

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Lejos de apaciguar el clima de confrontación y crisis reinante en Argentina desde hace meses, la conferencia de prensa que brindó a última hora del sábado la presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner, la primera en cinco años de la era 'kirchnerista', exacerbó aún más los ánimos al ratificar que no habrá cambios en una gestión que afronta graves conflictos. «Falta de autocrítica», «soberbia», «respuestas negadoras de la realidad», «habilidad para eludir temas incómodos», así evaluaron la actitud de la mandataria referentes de la oposición, haciéndose eco de las críticas de muchos ciudadanos de a pie que esperaban anuncios o muestras de una voluntad de cambio que no aparecieron.

Las expectativas de un giro político tras la derrota en el Senado, cuando se rechazó el proyecto presidencial de aumentar impuestos a las exportaciones del campo, se frustraron en seguida. Asesorada por su nuevo jefe de Gabinete, Sergio Massa, la presidenta llamó a una rueda de prensa que se transformó en una noticia en sí misma, pero que no arrojó novedades sino una reafirmación del poder presidencial.

Su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner (2003-07) nunca había convocado a los periodistas. Su esposa siguió ese camino incluso durante su campaña proselitista. Por eso sorprendió el viernes cuando la jefatura de Gabinete convocó a una conferencia sin agenda. El sistema de acreditaciones colapsó, hubo más de cien periodistas y la mayoría se quedó sin opción de preguntar. La presidenta daba largas y elusivas respuestas, y cuando le tocaba escuchar las cuestiones miraba su reloj pulsera sin disimulo.

El objetivo de la convocatoria quedó desvelado en la segunda respuesta. «Volvería a hacer cada una de las cosas que hice», aseguró la mandataria con una sonrisa cuando le pidieron un balance sobre los turbulentos ocho meses que lleva al frente del Gobierno. «No», respondió escueta cuando le preguntaron si habrá modificaciones en el elenco que la acompaña. Funcionarios desgastados, designados por Kirchner y ratificados al asumir el mandato su esposa, se mantendrán en sus cargos.

Heredera de una situación económica estable tras el Gobierno de su marido, la etapa de Cristina prometía ser una travesía sobre aguas calmadas. Pero su enfrentamiento con los gremios agropecuarios por un aumento de impuestos, una medida que el Ejecutivo defendió a ultranza a pesar de los rechazos que generó, afectó la buena marcha de la economía, creó un profundo malestar social y dejó a la mandataria aislada, con las alianzas políticas diezmadas por la batalla perdida.

Los productores cosecharon un fuerte respaldo de las clases medias urbanas y rurales, mientras las encuestas señalaban una fuerte caída en la popularidad de la presidenta y de su esposo, que salió en su auxilio una y otra vez para crispar aún más los ánimos. Los economistas apuntan que el enfrentamiento -sumado a dificultades propias de la coyuntura económica- provocó una desaceleración del crecimiento y las inversiones.

Desde el punto de vista político, hubo un quiebra en las alianzas. Un sector del oficialismo en el Parlamento votó contra el Gobierno igual que el vicepresidente y presidente provisional del Senado, Julio Cobos, que proviene de un partido opositor pero que integró la fórmula presidencial. La relación entre Cristina Fernández y su vicepresidente, que habían integrado una coalición electoral, es de extrema tensión. Ocho funcionarios que apoyaban a Cobos abandonaron sus puestos en el Gobierno en los últimos días.

La crisis llegó hasta el Ejecutivo con la renuncia del que era jefe de Gabinete, Alberto Fernández, uno de los fundadores del 'kirchnerismo', que se fue al considerar que el actual mandato exigía cambios. La salida de Fernández, que ocupaba ese cargo desde 2003, no fue promovida por la presidenta. El funcionario abandonó el barco cansado de intentar que el Gobierno escuchase las críticas.