CÓMPLICES. Los tres animadores españoles de Pixar, con una reproducción del héroe mecánico de la nueva cinta.
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Wall-e también tiene 'ñ'

Pixar anuncia su última producción, una fábula futurista en la que han participado decisivamente tres animadores españoles

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Es el futuro después de la hecatombe y la Tierra se ha convertido en un inmenso vertedero. Los rastros de la civilización están sobre todo en las montañas de residuos, útiles en otra vida y aparentemente inservibles del todo en ésta. Pero también es un robot herrumbroso y cuadrangular que, en ese panorama desolador, si-gue cumpliendo sus funciones con una estoicidad ejemplar.

Con esas imágenes apocalípticas empieza Wall-e, batallón de limpieza, la última producción de los estudios de animación Pixar y de Walt Disney, que llegará el 6 de agosto a las salas españolas. El nuevo héroe, Wall-e -acrónimo en inglés, para algo así como «aparato terrestre para la eliminación de basura»-, está programado para prensar y retirar aquellos desechos que parecen ocupar nada menos que toda la superficie terrestre. Una solitaria tarea de Sísifo que el robot lleva a cabo durante años y en la cual una cucaracha color caramelo se ha convertido en su única compañía. Si con Ratatouille, por otro lado, los ejércitos gráficos de Pixar ya se habían puesto a la vanguardia del mundo de la animación, con Wall-e han dado otro paso.

Las figuras, perfectamente mecánicas cuando imitan a las máquinas prensadoras, e innovadoras a la hora de comunicar sentimientos profundos, lo hacen casi sin hablar. De los 98 minutos del filme, 30 ó 40 transcurren casi sin diálogos, apenas con algunos monosílabos perfectamente inteligibles. Eso lo saben bien los tres españoles que han participado en la cinta, porque la última joya de la animación mundial tiene firma española dentro de un gran grupo de especialistas.

«Los personajes tienen una dualidad muy bien llevada a cabo», señala Enrique Vila, uno de los compatriotas que han trabajado en la producción. El desafío, agrega Rodrigo Blas, también animador de los estudios californianos, «era expresar un sentimiento de amor con dos puntos azules», es decir, los ojos de EVA, el único elemento visible de la «cara» del robot.

Es la opinión de dos de los que han puesto acento español a un largo de un largometraje totalmente innovador en el campo de la animación, que desarrolla, eso sí, la más antigua y exitosa trama: una historia de amor, entre dos robots muy humanos.