Opinion

Un refresco picante y otras lecturas de verano

Esta solana del julio jerezano es muy propicia para que los que en lugar de una tumbona en la playa de El Palmar, Rota o Tarifa-, disfrutamos desde un velador de Porvar, Larga o Corredera, de los pasos de tórtolas, echemos a volar la imaginación con el cerebro y los sentidos ardiendo y apagados al mismo tiempo. Algo así como un «stand by» calentorro.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Entonces se arrejunta la lectura gustosa de una novela de García Pavón -«El reinado de Witiza» por ejemplo-, y uno comienza a ponerse en la pelleja de un verano tomellosero y manchego de Plinio y sus compadres. Y en esta vereda de sofoco se encuentra uno con pasajes deliciosos como este recitado de, como no, puerta de tanatorio. Haberl@s hayl@s que lo encontrarán sexista, pero hoy no me da la gana curarme en salud pidiendo disculpas. L@s que puedan que disfruten.

«Pepa Julepe le preguntó que como era un catálogo de tetas. Y el «Faraón», llevándoselas un poco mas allá, fuera de la artillería de la cola del velatorio, comenzó a recitar su catálogo de esta manera:

Las de torta de Alcázar (1), redondas, sin relieve y con el pezón sumido.

Las agradecidas y sueltas, que, aunque duras, temblequean a cada golpe de tacón.

Las de pera de agua, que empitonan el vestido y lo empitonan por la parte delantera.

Las mansas de corazón y a la buena de Dios, que se dejan caer sin perder su fortaleza y comen en la mano.

Las satisfechas de la vida, que de puro hinchadas no dejan ver a la propietaria la parte de su cuerpo.

Las lloronas, en forma de llamador, aunque tengan su «miaja» de vuelta hacia arriba para buscar el aire del escote.

Las de una «paacá» y otra «paallá», como si estuvieran disgustadas y buscaran su salida por cada manga del vestido.

Las arrejuntadas, que se buscan el pico.

Las de alforja vacía y casi, casi liquidas, que hay que enfrascarlas en calcetines especiales.

Las de calabacín, sin gracia y con el pezón entornado de pura verguenza.

Las de vieja decrépita, que se sujetan con la cintura al mandil para no volar.

Las que fueron y solo dejaron el lunar.

Y por último y muy raras:

Las desparejadas: una con pezón y la otra esfera lisa. O una gallete y la otra aburrida... Éstas suele decirse que las tienen las que fueron engendradas a pie derecho y en cuesta, sin el reposo y el nivel de la cama». (2)

A este catálogo añadiré yo de mi propia cosecha las tetas Wimbledon, o limpiaparabrisas, que de tan pluscuamperfectas, no sabe uno a cual de ellas mirar buscando una mácula. Se aconsejan aunque provoquen torticolis.

Cuando llegan estos sofocos, esta calima, este espanto de calores, aparecen en los papeles y la televisión un montón de señores, señoras y señorit@s, aconsejando lecturas con las que aprovechar el supuesto tiempo libre del que vamos a disponer. Como yo no me doy consejos ni a mí, les voy a decir lo que yo suelo hacer para que, en el improbable caso de que a alguien le importe, pruebe a ver que tal le va.

En primer lugar procurar leer lo menos posible y nunca sin ganas. En segundo lugar evitar por todos los medios la poesía, los ensayos y los libros de autoayuda. Si el aburrimiento es ya inaguantable, o necesita huir un buen rato de su pareja, los niños o los amigos coñazo, yo les propongo una buena novela negra o alguna de humor (buen humor) garantizado.

En esta época en que da pereza hasta la indolencia y como las garantías se han puesto por las nubes, yo siempre recurro a los clásicos evitando las novelerías. Si quiero reírme nada como los ingleses, desde Evelyn Waugh a Tom Sharpe, desde P.G. Woodhouse a David Lodge. En España el buen humor escasea y la mala leche abunda, pero siempre son recomendables Eduardo Mendoza o el mismo García Pavón, que conjuga misterio y cachondeo en todas sus obras, como queda demostrado en el catálogo anterior. Francisco García Pavón parece uno de esos tipos con los que uno compartiría una cerveza y un buen paso de tortolas en cualquier terraza de Jerez... o Tomelloso.



(1) Las de Alcázar, para el selecto público local, sustitúyanlas por las de «Inés Rosales», pero más grandes y con menos relieve de caramelo.

(2) «El reinado de Witiza» de Francisco García Pavón. Finalista del Premio Nadal 1976... o por ahí.