Opinion

Obama con Europa

El discurso del candidato demócrata a la presidencia de EE.UU, Barack Obama, ante las miles de personas reunidas en Berlín fue en realidad un mensaje dirigido por igual a europeos y norteamericanos. Su mención crítica a las diferencias habidas en el pasado reciente, fruto a su entender tanto de las prevenciones que su país despierta en muchos europeos como del desprecio que muchos estadounidenses sienten hacia el papel que puede desempeñar Europa, le permitió abogar porque ambas potencias asuman que han de ser socios necesariamente. No como una opción más, sino como «la única forma de avanzar». Pero fue el compromiso asumido por Barack Obama al anunciar que «un nuevo Gobierno» en su país se esforzará en superar las diferencias lo que obliga a la Unión Europea a responder a tan directa invitación con una posición común sobre la tarea que está dispuesta a compartir respecto a la seguridad global.

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Europa no puede ser un aliado incondicional y acrítico de EE.UU., dispuesto siempre a aceptar el liderazgo de éste sin siquiera enmendar en lo mínimo o matizar las decisiones de su Administración. Pero tampoco puede reivindicar una mayor participación en la definición de las estrategias globales sin ofrecer una posición unitaria al respecto y sin que sus países miembro compartan por igual los sacrificios requeridos. La especial mención que Obama hizo de la situación en Afganistán es un buen ejemplo del desafío que para Europa representa el emplazamiento del candidato demócrata a la asociación transatlántica. La asunción por parte de la UE de un rol más activo, ni subalterno ni remiso, en la esfera internacional constituirá también un argumento de peso para demandar de EE.UU. una competencia comercial más leal.