FORTALEZA. La prisión de Topas, en una imagen de ayer, ha sido el hogar de Rafael Ricardi en los últimos años; pronto la abandonará. / ANTONIO VÁZQUEZ
Caso RIcardi

Más de una década de soledad en Topas

Detrás del caso Ricardi se esconde la historia de un hombre que no ha tenido contacto con el mundo hasta hace escasas semanas

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Topas se encuentra en tierra de nadie, en una inmensa llanura entre Salamanca y Zamora, donde el viento cuando sopla lo hace sin compañía. Aquí, en el centro penitenciario, la rutina se hace dueña y contrasta con la expectación que en los últimos días se ha generado en torno a uno de sus internos, Rafael Ricardi Robles, cuya inminente puesta en libertad condicional está siendo seguida al minuto por decenas de medios de comunicación. Pero detrás de los altos muros que cierran el recinto penitenciario, la noticia que saltó tras el resultado de una novedosa prueba de ADN, «apenas es motivo de comentarios», explicaron ayer fuentes de la prisión.

Y es que, sin los resultados difundidos hace días por la Fiscalía de Cádiz, Ricardi habría seguido privado de libertad hasta 2010, fecha en la que estaba prevista su excarcelación. Y lo habría hecho como hasta ahora, en el completo anonimato y en soledad. LA VOZ visitó ayer este centro penitenciario; las personas que tienen contacto con él relataron una historia difícil de entender. Previamente, se había confirmado que al portuense le quedaban tan sólo horas y que ayer jueves tampoco iba a ser su día.

Pese a que su vida está a punto de dar un giro inesperado que le devuelva la libertad, el comportamiento de Rafael no ha cambiado en estas últimas fechas. «Sigue siendo la misma persona poco conflictiva» . De hecho, sólo le constan en su expediente un par de peleas entre rejas en uno de los centros con mayor conflictividad del país. Tampoco lo ha comentado entre los compañeros del módulo ni su inocencia se habla en las celdas, pese a que se trata del primer caso que se daría de estas características en la prisión salmantina. «Cuesta tanto creer que una persona que no ha cometido ningún delito, ni tan siquiera haya protestado estos años». Estas fuentes describen a un Ricardi «que tenía muy asumido que iba a estar encerrado muchos años» y ésa podría ser una de las causas por las que habiendo cumplido más de tres tercios de su pena, no hubiera pedido un permiso para salir a la calle. ¿Sería por la falta de un abogado? «Aquí todos llevan perfectamente la cuenta del tiempo que han pasado encarcelados y entre reclusos se aconsejan. Él sabe perfectamente que podía solicitarlo». En cambio, en una carta que él mismo envió a LA VOZ el pasado 24 de abril, describía los últimos 13 años como una auténtica pesadilla, con sitio para las palizas y los insultos, y expresaba un deseo: poder ser entrevistado para «que se entere todo el país» de que es inocente.

La primera solicitud presentada por el fiscal jefe de Salamanca, a instancia de la Fiscalía General del Estado, en la que se pedía la concesión del tercer grado y la consiguiente libertad condicional del reo, fue denegada la semana pasada por la Junta de Tratamiento de Topas. Sin embargo, Instituciones Penitenciarias, al recibir la negativa del centro penitenciario, resolvió favorablemente. Aunque en los últimos días se ha venido informando de que el expediente se debía volver a estudiar en una nueva reunión en el centro, que se debía haber celebrado ayer, la dirección de la cárcel había remitido la propuesta de cambio de régimen al juez de vigilancia penitenciaria el pasado lunes, al menos ésa es la fecha que aparece en su propio expediente. Al parecer, el último escollo que le impedía a la Junta de Tratamiento dar el visto bueno estaba precisamente en su soledad. En los últimos años, el portuense no ha recibido en Salamanca visitas, no ha salido a la calle y ni siquiera había pedido una tarjeta como las que utilizan los presos para hacer llamadas, y en donde pueden grabar hasta 20 números diferentes. Sólo la solicitó hace pocas semanas, cuando su caso se convirtió en noticia.

Para la concesión del tercer grado, un recluso debe reunir tres condiciones: haber cumplido tres terceras partes de su pena, tener buen comportamiento y demostrar que tiene un vínculo familiar fuera de la cárcel . Para la prisión, Rafael era un hombre solo y no le constaba que existiera alguien que se pudierahacer cargo de él. Pero en los documentos que se enviaron al juez, su letrada les hizo llegar que la hermana del portuense y su hija constituían ese vínculo. Solventado ese último obstáculo, la documentación salió el pasado lunes hacia el juzgado de Vigilancia Penitenciaria y si finalmente hoy es puesto en libertad, el proceso invertido será menor del habitual, ya que este tipo de resoluciones suele despacharlas el juez en un plazo medio de diez días, señalaron las mismas fuentes.