DESDE LEJOS. Entre los asistentes, muchos extranjeros. / C..O.
Cultura

Una bienvenida poco efusiva

Pese a la expectación que había generado el concierto de Dylan, la escasa afuencia de público se dejó notar y los fans no se acercaron a Chapín hasta un par de horas antes de su apertura

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No todos los días visita la provincia un mito de la música como el folkie Bob Dylan, leyenda viva y creador de la banda sonora de toda una generación. Emblemas como Hurricane o Blowin´ in the wind han acompañado la efervescencia juvenil de miles de personas en todo el mundo, al mismo tiempo que han sustentado sus más sólidos ideales. Por este motivo, resulta extraño que un artista que mueve, por lo general, miles de fans en todo el globo, no haya conseguido llenar el Estadio Chapín ni abarrotar todos los accesos horas antes del comienzo del concierto.

A las tres de la tarde, únicamente una decena de fieles de Bob Dylan se afanaban por tomar posiciones frente a las vallas que daban acceso al Fondo Norte del estadio. Un joven leía a la sombra, mientras otros chavales charlaban animadamente en uno de los pocos corrillos formados en las inmediaciones de la entrada. Poco ambiente. Nada de algarabía ni expectación. Algunos comerciantes empezaban a colocar sus tenderetes, llenos de camisetas oficiales -y no oficiales- de la última gira del artista estadounidense, en definitiva el merchandising clásico.

Tuvieron que pasar cerca de tres horas para que las inmediaciones del recinto se llenaran de amantes de esta estrella contestataria de los dorados sesenta con sus entradas por delante y sus raídas camisetas. En las filas compartían espacio fans de mediana edad, coetáneos del artista, familias, veinteañeros melómanos y adolescentes que han heredado de sus progenitores el amor por la buena música, esa que no caduca y que defiende las canciones con mensaje, las letras con distintas lecturas y los ritmos más universales.

«Cuando tenía diez años mi padre me puso en el coche Like a rollin´ stone. En aquel momento me subyugó y años después comencé a sumergirme en la discografía de Dylan», recuerda Manuel García. Unas filas más atrás, Dolores Vélez reconoce que ha venido junto a su marido y su cuñada desde Huelva, ya que no podía dejar pasar la oportunidad. «Espero que no se quede dormido», bromea Félix Vélez al tiempo que su hermana espeta: «No se como estará esta noche, porque en el Rock In Rio estaba un pelín soso, veremos a ver...».

El poeta del rock

A la cabeza de la fila, dos veinteañeros recién aterrizados de Sevilla apuran los últimos minutos fumando algún cigarrillo y compartiendo impresiones acerca del trovador. «Es el poeta del rock, un artista que ha sabido reinventarse y cambiar con el paso del tiempo», explica Daniel López, que reconoce que lo que verdaderamente ha hecho grande a Bob Dylan «son sus letras». En este punto coincide Manuel Llamas, que sostiene que el compromiso del que hacía gala el músico no se estila tanto hoy en día. «Ahora se da mucho lo de protestar por protestar», apunta este joven jerezano, quien descubrió la música de Robert Allen Zimmerman -el verdadero nombre del cantautor- a través de los cassettes que tenía su madre.

Tras la pista de Dylan

Pese a que la mayor parte de aficionados procedían de distintos puntos de Andalucía, podía contarse algún que otro grupo de extranjeros. Entre ellos y ataviado con una vestimenta similar a la que lleva el sexagenario Dylan sobre el escenario, próxima a la estética country, Dudy ha seguido la pista del músico en lo que va de gira. «Hemos venido en coche», chapurrea en un español ininteligible este italiano cincuentón de aspecto jovial, que asegura no llevar la cuenta de todas las veces que ha visto al cantante folk en directo. Sus canciones favoritas: «Like a Rollin´

Stone y Lay Lady Lay».

Por su parte, Fernando Rica, de Sevilla, se muestra entusiasmado con la idea asistir al directo, ya que «solamente verlo, merece la pena». «Es uno de los pocos mitos que quedan vivos», sostiene este fan mientras su amigo, Rafa Gutiérrez, considera desacertada la elección de Hermosilla como telonero: «No tiene nada que ver con el estilo de Dylan».

Entre los más fatiguitas, destaca Zaida Peña que afirma con orgullo ser la primera de la fila. «Llegué a las nueve de la mañana y como no había nadie, me senté a la sombra de un árbol hasta que llegó este chico», cuenta mientras señala a su compañero de cola, con quien lleva compartidas más de cinco horas de espera.

Algo más atrás, Pablo Sánchez confiesa haber sacado la entrada el mismo día que se pusieron los tickets a la venta. «Es un fatiga, estuvo consultando internet durante un montón de días para ver si la podía comprar», se adelanta uno de sus amigos. «Dylan es el artista más grande de todos los tiempos, es capaz de insultarte y a la vez seducirte», afirma Pablo, que por fin podrá ver a su ídolo en directo y desgañitarse cantando Knockin´on Heaven´s Door, su canción fetiche. «Creo que el concierto va a satisfacer todas mis expectativas».

A escasos metros, el isleño Rafael Quintero cuenta que gracias al documental de Scorsese No direction home descubrió al ganador del Príncipe de Asturias de las Letras en 2007.

Así, el creador de himnos antibelicistas como Blowin´in the Wind o canciones en defensa de los derechos civiles como Hurricane -que relata la historia del boxeador Huracán Carter, acusado injustamente de asesinato-, ha logrado dejar huella en varias generaciones de jóvenes a lo largo de las últimas décadas con una música en evolución y unas letras que todavía hoy suenan actuales. Ayer, cientos de jóvenes, muchos de ellos adolescentes, esperaban nerviosos que diera comienzo el recital del cantautor, mientras apuraban los últimos sorbos de sus bebidas. «Reconozco que no soy muy fan, lo he conocido por mis colegas, pero tengo ganas de verlo», cuenta Marina Oliva. Junto a ella, su amigo Nico espeta: «ésta es la única forma que tenemos de meternos en una máquina del tiempo y ver al auténtico Dylan».

alenador@lavozdigital.es