MEDIOAMBIENTE

Plan B de la trashumancia para evitar al coronavirus

El temor al contagio provoca el traslado en camiones de miles de ovejas desde Andalucía a Aragón

Pastores trashumantes embarcan sus ovejas en un camión para llevarlas desde Vilches a Aragón Ismael Martínez

Javier López

«El mito del pastor que toca la flauta recostado bajo un árbol mientras las ovejas pacen no tiene nada que ver con la realidad, pero lo cierto es que esta vida engancha ». Lo dice con conocimiento de causa Ismael Martínez González , que ejerce la trashumancia desde hace 43 años. Cada noviembre recala con su ganado en los pastos de Jaén y cada junio retorna a su tierra turolense en busca de praderas frescas.

Tradicionalmente el itinerario de vuelta se lleva a cabo por cañadas reales, pero el coronavirus ha obligado a la docena de pastores trashumantes de Aragón a cambiar los planes de viaje . La posibilidad del contagio durante el trayecto apuntala la decisión de los trashumantes de optar por la vía rápida en lugar de por la pecuaria, aunque la autoridad permitía la opción segunda. No ha habido más imposición que la del sentido común, puntualizan.

De manera que en lugar de guiar a su ganado a través de los caminos de la Mesta ha optado por embarcarlo en camiones . Como quiera que en la caja de cambios no anida la aventura, la opción escogida les entristece. Llegar a la sierra de Albarracín en unas cuantas horas no es comparable a patearse una parte de España durante casi un mes por vías pecuarias para recorrer 535 kilómetros.

Jaén es punto de llegada otoño y de partida en primavera de 12.000 cabezas de ganado, en su mayoría ovejas, aunque también trashuman vacas. En las suaves lomas de Vilches y La Carolina pasta durante medio año la especie merina de Aragón, comunidad a la que han regresado las ovejas en vehículos pesados, al igual que hicieron hace 15 años a causa de otra enfermedad vírica, la de la lengua azul , que, a diferencia del Covid-19, no contagiaba al hombre.

Aunque ha determinado el modo de regresar a la sierra de Albarracín, el coronavirus apenas ha incidido en los trashumantes mientras han permanecido en Jaén. En tanto que gran parte de la población estaba confinada, los pastores han ejercido su trabajo sin cortapisas merced al salvoconducto genérico otorgado por el Gobierno a las labores esenciales. Desde marzo a mayo, los meses duros de la pandemia, su vida ha transcurrido sin sobresaltos en Vilches .

Puestos en la calma, el alcalde del municipio, Adrián Sánchez , relaciona a los trashumantes con la armonía: «Tienen un comportamiento ejemplar. Hacen las cosas muy bien, cuidan el entorno y generan ingresos al pueblo ». De hecho, añade, el Ayuntamiento les arrienda la dehesa de Las Yeguas, que tiene 500 hectáreas de extensión. Y varios propietarios particulares también ponen sus fincas a disposición de los pastores aragoneses.

Además de su importancia para la economía local la trashumancia repercute también, en opinión del alcalde, en la mirada de los vilcheños, que toman nota del respeto por la naturaleza inherente a una « tradición necesaria » que se desarrolla entre dehesas y se fundamenta en un modo de vida pastoril que a su juicio es preciso mantener.

La vida pastoril tiene una merecida buena imagen, aunque dista de ser bucólica. El de pastor es un oficio duro, escogido por hombres como Ismael y por mujeres como Guadalupe Arbués , quienes unas horas antes del retorno se afana porque todo esté en orden para el regreso. Mientras han permanecido en Vilches la brega y el esfuerzo han sido una constante en ambos, que no han incluido a la zampoña entre sus enseres.

La literatura ha idealizado el pastoreo, pero quienes lo conocen desde dentro no intercalan la flauta en el orden del día, si bien tampoco renuncian a la carga lírica de un trabajo que se desarrolla a campo y cielo abiertos. «Yo no lo cambiaría por nada», asegura Ismael, a quien, como al conjunto de los ganaderos trashumantes llaman en Vilches serranos, apelativo que también les conceden en los términos de Córdoba, Sevilla y Huelva, sus otras zonas de acampada ganadera y de querencia desde hace décadas. « Somos aragoneses y andaluces », aclara.

El transistor del 23-F

«Creía que se me habían gastado las pilas del transistor», rememora Ismael Martínez, quien con 17 cumplidos escuchaba la radio la noche del 23-F de 1981 a la hora del golpe de Estado en una dehesa de Vilches mientras las ovejas reposaban. Además del apagón informativo recuerda de esa jornada que cuando retornó la normalidad a las ondas José María García entrevistó a diputados recién liberados. «Era un periodista de deportes, pero allí estaba él».

Y allí, en el campo, estaba Ismael, adicto al ganado y a las ondas. En el medio rural la radio es al pastor lo que es al taxista en el ámbito urbano. « Todo lo que sé lo he aprendido del campo y de la radio », asegura este pastor trashumante de 57 años, que en la adolescencia sintonizaba en las dehesas jiennenses Radio Andorra y Radio Gaceta sin hacerle ascos a ningún programa: «Escuchaba hasta el consultorio de Elena Francis».

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