Este verano, el menos «quemado» del último lustro en Andalucía

Huelva vuelve a ser la provincia más afectada, donde se ha localizado el 63 por ciento de las hectáreas quemadas en la comunidad

Agentes de Medio Ambiente investigan todos los incendios que se registran ABC

S. Cabezas

Este ha sido uno de los veranos con menos incendios forestales de los últimos cinco años. Hasta finales de agosto, el Infoca ha contabilizado 498 siniestros —entre fuegos y conatos—, 130 menos que en el mismo periodo de 2017, que fue un año especialmente dramático debido a que fue muy seco desde el punto de visto hidrológico. D e hecho hay que remontarse hasta 2013 para encontrar un registro inferior al de este año, que entonces fue de 472 siniestros.

Los 498 incendios han arrasado un total de 2.934,52 hectáreas en la comunidad, entre matorral y arbolado. Por segundo año consecutivo, Huelva es la provincia más castigada. De hecho, el 63 por ciento de la superficie que ha ardido en Andalucía se localiza en Huelva, donde se han registrado 13 incendios hasta ahora, entre los que están los más devastadores, registrados en los municipios de Nerva y Almonaster la Real, ambos intencionados.

Los encargados de investigar estos siniestros son las Brigadas de Investigación de los Incendios Forestales (BIIF) formada por agentes de Medio Ambiente. Aunque son los grandes desconocidos, su trabajo es clave para esclarecer las causas de un fuego y determinar su autoría. En total son 850 personas para toda Andalucía, una cifra muy deficitaria teniendo en cuenta que es la comunidad con mayor superficie forestal. No obstante, se espera que el número aumente con la próxima llegada de 20 nuevas plazas este año. En la extinción de un incendio son considerados agentes de la autoridad, son los que guían a los retenes y los que tienen la responsabilidad de dirigir el operativo.

Su trabajo comienza incluso cuando el fuego está activo ABC

Además de la vigilancia, tienen asignada la función de investigar los incendios forestales. Para ello, en la década de los 90 se crearon las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF). La componen entre 8 y 10 agentes por cada una de las provincia andaluzas. Su trabajo es crucial a la hora de determinar cómo se ha originado un fuego y además, sus informes técnicos periciales son claves tanto para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado como para la Fiscalía de Medio Ambiente, que basan su investigación en los mismos. Además de para esclarecer las causas de un fuego, estos informes son fundamentales para determinar la autoría, algo que se complica aún más en los casos de incendios forestales.

Según explica el coordinador provincial de los agentes de Medio Ambiente en Sevilla, Andrés Maqueda, uno de los principales problemas con el que se enfrentan es la posibilidad de que, durante las labores de extinción, se destruyan algunas pruebas. Es por ello que su trabajo suele comenzar cuando el fuego está aún activo. Encontrar rastros en este tipo de sucesos es una difícil tarea que conlleva un gran trabajo. «Un fuego en el campo es menos impune», concluye Maqueda al mismo tiempo que asegura que encontrar huellas de personas o de neumáticos es muy difícil, «tampoco es fácil encontrar testigos», asegura, a pesar de que la mayoría de los siniestros comienzan a plena luz del día.

Lo primero que hacen cuando se recibe el aviso de un incendio en el Centro Operativo Provincial es confirmarlo con los agentes de Medio Ambiente que están en el campo, donde realizan la mayor parte de su trabajo. Otras veces el aviso procede de las torres de vigilancia del Infoca. Los centros operativos provinciales son los encargados de dirigir todo el dispositivo.

Un dispositivo encontrado en un incendio ABC

«Cuando llegamos en primer lugar perimetramos el fuego , siempre vamos hacia atrás hasta que damos con el foco de inicio», precisa. Para ello utilizan el método de las evidencias físicas, que consiste en reconstruir el camino que ha hecho el fuego hasta llegar al origen. A pesar del arduo trabajo que realizan y de las horas que requiere —hay investigaciones que se han prolongado durante semanas—, no utilizan grandes medios técnicos.

Su kit de investigación está compuesto de cámara de fotos, una pequeña estación meteorológica, un GPS y banderas de señalización (roja para determinar el perímetro del fuego y la dirección en la que ha podido ir el viento, y blancas, para señalizar alguna prueba significativa). Las BIIF investigan todos los incendios forestales que se registran en la comunidad.

Los investigadores diferencian entre los pirómanos y los incendiarios. Los primeros son los que sufren una enfermedad mental y que disfrutan cuando arde una superficie, sin embargo, los segundos no tiene ese componente. «Afortunadamente, tenemos pocos pirómanos», apostilla. Cuando se trata de un incendio intencionado, las rencillas suele ser la causa más común, ya sea por tema de lindes, motivos de caza o disputas históricas entre vecinos. No obstante, recuerda que también están los que queman como un acto de «gamberrismo», si bien tal y como indica Maqueda, el porcentaje no es muy elevado.

En cuanto a los dispositivos que utilizan los incendiarios, suelen ser rudimentarios pero en algunos casos llegan a ser «muy imaginativos» , apostilla Maqueda quien insiste en que «si se han dejado restos de estos dispositivos siempre terminamos encontrándolos». Aunque el más utilizado es el mechero, la BIIF ha encontrado dispositivos de lo más variado, como varias cerillas atadas a un alambre con un algodón impregnado de líquido inflamable. A pesar de que desde la brigada aseguran que hay mayor concienciación entre la población, lo cierto es que durante el año los agentes de Medio Ambiente también realizan distintas actividades como charlas y jornadas en el medio rural con el objetivo de prevenir estos sucesos.

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